A Lázaro de Tormes y a esos pícaros que hurtaban para comer y que hoy, por comparación, serían alzados a los altares…
Te miras al espejo y compruebas que los pelos que aún resisten en las trincheras, a duras penas, pueden camuflar tu calvicie, ya no incipiente, hoy. Es domingo y cuando rezas el Padrenuestro te equivocas: "Danos hoy el escándalo nuestro de cada día…" Y el error, ¡natural!, te suena a sacrilegio. Para más "inri" no te llamas Bárcenas y por eso, precisamente por eso, nadie deja sobres en tu buzón, a pesar de que la vecina, que ejerce con enorme profesionalidad su oficio, es cartera y podría echarte una mano en eso tan nacional del enchufe. Observas, desanimado, la plenitud de un día iluminado por un invierno ahora juguetón, que inunda tu frío comedor de vívidas luces, tiñéndolo de calidez.
Tras el desayuno, abres el periódico y te topas con que los partidos políticos se repartieron cerca de setenta millones de euros en 2012, solo en los conceptos de funcionamiento y seguridad. E, inmediatamente, te preguntas: "¡Ah! ¿Pero funcionan?" Un tanto asqueado, abres tu correo electrónico en la seguridad de que te caerán diez u once "emilios" de "auto ayuda", esos de los que empiezas a estar ya hasta los mismísimos "kinders"… ¡Pero no! Los milagros, de hecho, existen… Sigues el listado de los mensajes y reaparece Bárcenas o una suculenta imagen que con ironía te ha remitido un amigo. La fotografía no es del Bárcenas en el que pensabas (el que se olvidó de remitirte el sobrecito), sino la de un restaurante, especializado en chorizos, y en el que uno de los letreros exteriores reza así: Bar Cenas. Con toda seguridad algún graciosillo le añadirá, un día de estos, el acento y unirá ambos términos para rematar la faena… Y, como una cosa lleva a la otra, entras en tu cuenta bancaria "on line" (¿se dirá así?) y compruebas tu saldo… Te entran ganas de echarte a llorar, pese a esas luces ya descritas que inundan, sí, de calidez, el comedor…
Por otra parte –te dices luego- no eres Amy Martin, ni la mujer de Mulas, ni gozas de los favores de fundación alguna. Y dudas de que "Es diari" te pague tres mil euros por lo que estás escribiendo… Suspiras… Tampoco te casaste con una princesita, ni fuiste jugador de balonmano… A lo único a lo que llegaste fue, en el "Insti", a chupar banquillo en un equipo de baloncesto como "pivot" virtual… ¡La qué se armaba cuando por imponderables de la vida tenías que salir al campo! ¡La cara que ponía tu entrenador! ¡Los pitidos de los tuyos! ¡Los aplausos de los contrarios!...
¡Ay! Por no tener, ni siquiera posees hípicas, ni un E.R.E. que llevarte a la boca, ni perteneces a una familia enamorada de Suiza, ni… "En definitiva –concluyes- eres un auténtico fracasado"…
Y en esas estás cuando, inesperadamente, te llegan viejas voces, antiguos ecos de profesores magistrales que te recuerdan la importancia de las virtudes que ellos sí tuvieron y que te intentaron transmitir. Y también unas palabras de tu padre pidiéndote perdón por haberte educado para un mundo (el de la decencia) que pronto –según él– dejaría de existir. Lo contaste, hace ya tiempo, en "El Semanal"…
Con ese recuerdo salvador te levantas y te miras de nuevo al espejo y piensas que, a la postre, eso de quedarse calvo no está tan mal. Y que tus noches son plácidas (¿lo serán las de Bárcenas?). Y que hubo días felices en los que disfrutaste del amor, aunque ellas no fueran princesas.
Por otra parte los partidos se veían y disfrutaban muy bien desde el banquillo... Y escribes por vocación en el diario al que más quieres; el que, moralmente, sientes como muy tuyo… Y sigues, descubriendo que tu saldo, pues eso, que es lo que es, pero que emana de fuentes cristalinas y límpidas. Y que, tras treinta y dos años largos de docencia, sigues enamorado de tu trabajo…
El día se despide y desde las tenues luces del comedor miras la fotografía de tu padre para decirle, íntimamente y en silencio, que no se equivocó, que te educó para el mejor de los mundos, aquel por el que estás dispuesto a luchar. En su nombre y en el de todos aquellos que hicieron, de su vida, algo digno…
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