Nada de lo que te escribo, mi general Prim, te va a sorprender. Tuviste como academia los campos de batalla y los hospitales de sangre de aquella fratricida Primera Guerra Carlista. Luego tuviste que defender como bisoño diputado a tu querida tierra de origen -Cataluña- y a los voluntarios de aquellos batallones que habían luchado por ideales de libertad y que no veían reconocidos -al igual que los carlistas- sus ascensos y grados, ganados a sangre y fuego. Luego supiste lo que era vivir exiliado. Y estuviste a punto de que te mandasen a las Marianas, pasadas las Filipinas. Otras veces las lejanías eran más sutiles: Capitán general de Puerto Rico, observador en la Guerra de Crimea. Vamos, mi general, que no todo fue la gloria de Castillejos y Wad Ras que inmortalizaron pintores de cámara. Pero fuiste un gran estadista, promotor de la Constitución de 1869, la más avanzada y liberal hasta el momento, y fueron a por ti precisamente por ser un gran defensor de la libertad.
Pero siempre a tu alrededor aparecen leales. Algunos morirán a tu lado luchando. Otros te acompañarán siempre como Lorenzo Miláns del Bosch. Y otra leal, tu esposa Francisca Agüero con la que te casaste en La Madeleine parisina, te llevará a su México natal y estará contigo hasta tu último suspiro en el Palacio de Buenavista. Paca, como cariñosamente la llamabas, representa el dolor contenido, la clase, la lealtad.
Hace algo mas de un año brotó una iniciativa loable. Tras el cobijo legal de unos estatutos redactados por un ex ministro de Justicia y protocolizados ante notario, se constituyó la Sociedad Bicentenario General Prim 2014 para conmemorar la fecha de tu nacimiento allá por el Reus de 1814. Este grupo viene realizando un ingente trabajo institucional y cultural que proyecta con todo rigor y seriedad hacer del Bicentenario un evento histórico. Los actos del primero -1914- se diluyeron con el estallido de la Primera Guerra Mundial y pensamos que 2014 era una buena ocasión para recordarte, transmitiendo el claro mensaje de que eran compatibles el amor a España y el amor a tu tierra de origen, Cataluña.
Teníamos claro que no podíamos hacer nada sin contar con el pueblo y el Ayuntamiento de Reus, así como con la Diputación de Tarragona. Contactamos y unimos esfuerzos. Y tras los primeros encuentros nos encontramos con el problema del estado de tus restos. Debes saber que fuiste enterrado en el Panteón de Españoles Ilustres en la Basílica de Atocha de Madrid, y que en 1971 por presión de un reusense de prestigio, autor de una biografía tuya -Pedrol Rius-, fuiste transportado con honores de capitán general al cementerio de tus antepasados, a tu tierra patria de Reus.
Las condiciones del nuevo emplazamiento no fueron óptimas y se comprobó el deterioro de tus restos, especialmente por la mala calidad de la funda interior de cinc del ataúd. Se te llevó a un frigorífico del moderno tanatorio de Reus. Se consiguieron fondos, se firmaron convenios con centros especializados y se concertó la ayuda de la Generalitat.
Los científicos que se comprometieron a recuperar dignamente tus restos, sabían perfectamente que el respeto a tu persona presidía todos nuestros actos. Respetar a los muertos forma parte esencial de nuestra cultura cristiana. Prudente y precavido el Ayuntamiento de Reus hizo firmar uno a uno a los investigadores, en su calidad de «participantes en los trabajos de investigación científica de los restos», cinco cláusulas de un documento de confidencialidad, por las que se comprometían a «no desvelar ni filmar, excepto en el caso de ser expresamente autorizado por escrito por el Ayuntamiento de Reus, por cualquier medio que permita su ulterior reproducción, comunicación o distribución pública de las imágenes de los restos del general Prim, sea cual sea la finalidad de estos actos». Cada firmante autorizaba además al Ayuntamiento a protocolizar notarialmente el documento.
Mi general, nos han traicionado. Y eso que ya no tenemos ayacuchos en plantilla. Otros. Y han filtrado y transmitido imágenes tuyas que no quisiéramos ni para nuestros mayores enemigos. Los que tenemos tu perfil con barba y ros en todas nuestras retinas, ahora te contemplamos desgarrado, manipulado, prostituido. Cuando hasta nuestros hermanos mexicanos se han unido a la conmemoración y nos mandan fotos tuyas que desconocíamos, las de un brillante hombre de Estado firmando los Tratados preliminares de la Soledad en México junto al representante de Inglaterra y Francia y al ministro de Asuntos Exteriores de Benito Juárez, Manuel Doblado. ¿Te acuerdas mi general? ¡Ya! También te engañaron los franceses. ¿Te acuerdas de la carta que mandaste a Napoleón III, diciéndole que los convenios se firman para ser cumplidos y que nunca se mantendría en México un régimen monárquico sustentado sólo por las bayonetas? Al ordenar el repliegue, alguien en España te acusó de «haberte bajado los pantalones». Luego cuando fusilaron a Maximiliano en las lomas de Querétano, te darían golpes en la espalda diciéndote: «Ya te dije yo un día, mi general, que tenías razón».
Pero muchos te seremos leales. Ya pueden contarnos lo que quieran, porque ahora los mismos que hace unas semanas te mataban el día del atentado -27 de diciembre de 1870- y te mantenían en una fresquera del Palacio de Buenavista -¡menuda era Paca Agüero para permitirlo!-, ahora te rematan en tu propio lecho con una soga al cuello. Y para mantener su tesis -que podría ser respetable si trabajasen con rigor y confidencialidad en demostrarlo- se apoyan en las fotos robadas que ocupan la parte importante del reportaje. La imagen y la polémica morbosa es lo que importa. Caiga quien caiga. Treinta denarios no vienen mal en época de crisis. ¿Ética? Era una asignatura que se daba en la Facultad.
Con tu permiso el 27 de diciembre presentaremos tus discursos parlamentarios en un libro en el Palacio del Congreso del que saliste aquella fría tarde de diciembre. Nos arropa el presidente de la Cámara. Luego, recordaremos tu último recorrido. Y frente a la Embajada de Turquía, que daba nombre a la Calle del Turco, en lo que hoy es la parte trasera del Banco de España, descubriremos un medallón y placa en bronce que te recuerdan. Porque hasta hoy, nadie se había preocupado de recordar el magnicidio. Por supuesto el escultor -Ferrán- es reusense y te sonará el lema elegido: «No olvidéis la sangre derramada por nuestras disputas políticas». La pronunciaste en sede parlamentaria en 1862. Luego, recalaremos en tu casa de Buenavista.
Debes saber que otros jefes de Gobierno llamados Cánovas, Dato, Canalejas y Carrero Blanco también fueron asesinados. Si no te hubiesen sacrificado a ti, otros también se habrían librado, porque tu querías una España más libre, más democrática, más moderna. ¡Demasiadas guerras como para desear más! Pues seguimos con ellas hasta 1939. Y tentamos otra vez repúblicas, regencias, monarquías y dictaduras.
Ya se lo que me pedirás: dejadme tranquilo. Haremos lo que podamos. También queremos que sepas que el buen alcalde de tu ciudad quiere situarte en lugar privilegiado para que se respete tu memoria. «Como Napoleón en los Inválidos» es su lema.
Los que sentimos lo que pasa, porque hemos intentado conocerte, y al conocerte te hemos respetado, prometemos restituir tu recuerdo vivo de hombre de acción, de general valiente, de líder que arrastra, de hombre de vanguardia, de patriota. No hablo de un santo ni de un ser que no cometió errores, bien me comprendes. No te hubiera escrito esto si no me hubiesen provocado los de los treinta denarios. En el fondo -fusilarlos no, mi general, ya no se lleva- no te merecen. Ellos mismos se marginan. Han querido ser más importantes que tú. Y han errado el tiro. Te pido perdón por consentirlo. Queda a tus órdenes.
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