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La iniciativa de María Dolores de Cospedal de dejar a los parlamentarios de su tierra sin nómina a final de mes es errónea desde el mismo punto de partida. Los parlamentarios altruistas, las ONG de la política, son un gesto de cara a la galería que destruye un principio que hasta hace poco estaba consolidado pero que de un tiempo a esta parte algunos, sobre todo empresarios, están empezando a cuestionar: el trabajo se paga en su justa correspondencia. Sí, el trabajo para otros se paga, porque si no se paga no se puede exigir, si no se paga uno se relaja, se despista, y como todos somos potenciales consumidores, se acaban buscando otras vías de ingresos. Yo quiero pagar bien a mis parlamentarios y quiero exigirles en la misma medida. En este sentido urge en cambio, pero en otro sentido. Hay que plantearse si son necesarios los parlamentarios actuales y si su ocupación, su dedicación y su eficacia merecen el dispendio que su nómina conlleva al erario público. Si los necesitamos, les pagamos, si no los necesitamos, si son solo palmeros a la orden del partido, con mociones del tipo "instar a..." o "promover el uso de...", les dejamos de pagar, en efecto, pero les mandamos a casa. No nos sobran sus sueldos, nos sobran los que cobran sin trabajar lo suficiente. Que demuestren que son necesarios, luchen por defender a quienes les han votado, debatan, construyan leyes adecuadas, que realmente estén conectados a la realidad, y no solo por el twitter... Y cobren adecuadamente por ello.