Acostubrados como estamos a que la gran mayoría de las noticias que nos llegan de todos los rincones del mundo sean siempre negativas resulta oxigenante que de vez en cuando aparezca alguna que reconforte nuestro ánimo abriendo el corazón a un razonable optimismo. Es el caso de lo que han escrito Stephan Hessel y Edgar Morin en un libro que acaba de aparecer hace apenas unos meses y cuyo título - "El camino de la esperanza" - ya nos anuncia por dónde van a ir los tiros. El título y el subtítulo, "una llamada a la movilización cívica".
Lo primero los autores, la autoridad moral y el prestigio de los autores, quiero decir. Hessel se ha hecho famoso con sus folletos "Indignaos" y "Comprometeos" que han dado la vuelta al mundo y lo han revolucionado más que un poco y para bien, pienso yo. Edgar Morin es un filósofo y sociólogo francés muy conocido en el ámbito intelectual. Los dos tienen en común el ser unos "jóvenes" nonagenarios. Es un detalle. No están en la edad, se entiende bien, de alimentar idealismos inconsistentes propios de la juventud. Tienen, al contrario, bien enraizados los pies en el suelo a la hora de formular propuestas cara al futuro inmediato. Y éste es precisamente el contenido del pequeño libro, más bien un folleto, que ha inspirado el presente comentario. He ahí y para muestra unos pocos botones
Para empezar apuntan acertadamente a lo que podría considerarse una de las causas más profundas de lo que está ocurriendo ahora mismo, la que ellos llaman pérdida de savia ciudadana o sea la incapacidad de mucha gente para adquirir conocimientos técnicos y científicos que les permitan comprender y abordar problemas cada vez mas complejos como es el caso de la crisis en la que andamos metidos, por más que ellos ponen el acento en las soluciones que es lo que de veras interesa y al hacerlo no se andan con chiquitas y huyen de todo lo que huela a divagación. Por ejemplo -y éste sería el primer botón de la muestra- al hablar sobre la necesidad de revitalizar la solidaridad proponen crear en todas las ciudades grandes y medianas lo que llaman "casas de la fraternidad" que presten una ayuda urgente a víctimas de un desamparo moral o material, y de desarrollo de la alimentación de proximidad que proporcionará, dicen, productos de granja de calidad y ademas nos preparará para afrontar mejor las crisis que amenaza con sacudir cada vez más al planeta, la vergonzosa plaga del hambre en el mundo.
Puestos a concretar más y descendiendo a realidades que se empiezan a producir ahora mismo, en parte al menos, proponen dirigir un solemne llamamiento de ciudadanía a los muy ricos para que se comprometan a ceder parte de su riqueza como han hecho ya algunos millonarios norteamericanos.
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