Del mismo modo que me frustro cuando anuncian el ganador del Premio Nobel de Literatura y en mi vida había escuchado su nombre, del mismo modo que no puedo evitar tocarme la barriga con resignación cuando alguien explica sus gestas deportivas, del mismo modo que me ruborizo en la ITV cuando me piden que ponga las antiniebla y tengo que pensarlo unos instantes, del mismo modo que a veces tengo que disimular con apuro cuando un foráneo me habla de lo preciosa que es "cala en no sé qué..." y yo ni sé dónde está, del mismo modo que me duele no saber preparar "sípia amb fesols", debo asegurar y aseguro que no me han afectado los problemas que tienen estos días las BlackBerry, ni sé para qué demonios me serviría un smartphone, ni tengo la más mínima idea de qué podría aportar a mi vida una "tableta", ni he canjeado nunca un aparato por un puñado de puntos, de mi portátil sólo le puedo decir que es negro, y ni por aproximación sé cuál es la definición de mi adorada cámara fotográfica. La tecnología existe y sirve. Tengo móvil, juego con mi "play" cuando mis hijos me dejan, veo algo la tele, trabajo con ordenador y ojeo internet casi a diario. Ir más allá del estricto uso, adentrarse en la retórica de siglas y capacidades, comparar, y seguir con sumisión las fugaces modas en cuanto a aparatos con pantalla, es lo que no está en mi software. Me enferma. Será un virus, o una simple "passa" tecnológica.
El apunte
La retórica enfermiza
13/10/11 0:00
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