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Sin darle muchas vueltas, la opinión sobre el nombramiento de dos asesores más políticos que técnicos por parte de Simón Gornés sale sola, como por impulso: es reprobable, como mínimo desde el ángulo estético y muy probablemente desde el ético, que tras anunciar un espectacular hachazo en la plantilla de la cosa pública trasciendan estos fichajes de colegas de partido. La severidad de las acusaciones de Bauzá contra el despilfarro anterior y la contundencia de algunas medidas, como paralizar pagos de carácter social, han creado una sensibilidad que obliga a los mandatarios del PP a ser muy cautos en sus decisiones y, en caso de posible contradicción con el ahorro espartano, ofrecer detalladas explicaciones. Al darle algunas vueltas más al tema, cuando uno pasa del impulso a la reflexión, se asoman, tímidas, algunas dudas. Quizá sí que el asesor sea imprescindible y deba tener en algunos casos un perfil más político, de buena onda con el conseller, que técnico. La resolución de estas dudas podría ser una buena oportunidad para que el pueblo conociera cuál es la labor del asesor, una función que siempre se ha mirado con recelo y que proliferó en tiempo de bonanza, en ocasiones para ubicar a políticos profesionales que se habían quedado sin cargo electo. Estaría bien que alguien nos asesorara sobre el tema, a ver si así entendemos estos fichajes y, de paso, se dignifica de una vez por todas esta abstracta profesión.