El gusto por la cultura y la curiosidad de un Antonio Roca de 29 años se vio saciada. Efectivamente, comprobado que no había nada que hacer en punto a comercio en la ciudad, después de ese marear la perdiz de ciertos especuladores locales, la expedición decidió, el 30 de agosto de 1776, cambiar los fondos de plata por moneda de oro y pasar a Morea, (ciudad famosa por su castillo, situada en el Peloponeso griego en la costa del estrecho de Corinto, que en aquel momento pertenecía a la república de Venecia), pero vientos contrarios les obligaron a permanecer en la ciudad napolitana hasta el 14 de septiembre. En esos casi 15 días de estancia obligada, pudo Antonio Roca saciarse de eventos culturales. Él mismo nos cuenta cómo asistió, el 1 de septiembre, a la representación de Semíramide riconosciuta en el Teatro Real de San Carlos.
"Hoy hemos asistido a la representación de Semíramide riconosciuta en el Teatro Real de San Carlos. (...) Es un teatro enorme, dotado con los más bellos decorados y riquísimas vestiduras. Para dar idea de su grandiosidad bastará decir que cuenta con seis filas de palcos, con capacidad para 30 personas por fila, para comodidad de los espectadores y esto sin hablar del jardín".
La figura de Semíramis, la legendaria reina de Asiria y benefactora de la ciudad de Babilonia, siempre alimentó a lo largo de los siglos la imaginación de poetas, dramaturgos y pintores para la elaboración de sus obras. Fue en 1729 cuando el poeta italiano Pietro Metastasio escribió un "dramma per musica" titulado Semíramide riconosciuta (Semíramis reconocida). El libreto de Metastasio narra los años de mayor gloria del reinado de Semíramis y alcanzó un rápido éxito, pues fueron casi una treintena los compositores que musicaron el texto. Concretamente la representación a la que asistió Roca en septiembre de 1776 en la ciudad partenopea, fue musicada y estrenada por el compositor Pietro Alessandro Guglielmi.
Por lo visto el rey y la reina acudieron ese día a la ópera de incógnito y Roca no pudo verlos, aunque ya lo había hecho un día antes con ocasión de un desfile. Los desfiles militares y otros fastos en exaltación de la monarquía eran continuos en Nápoles, donde el Rey se mostraba continuamente en público. El espectáculo debió ser impresionante para un joven menorquín que antes no había salido de nuestra pequeña isla. Luego, unos días después, el domingo 8 de septiembre, tuvo ocasión de contemplar otro fasto monárquico de gran alcance:
Las tres galeras han salido del muelle para ir a la playa [que está] cerca del monte Posilippo, entre dicho monte y el castillo del Huevo (Castell del Ou en el original. Se trata del Castello dell´Ovo situado al este de la bahía de Nápoles que está unido a tierra firme por un pequeño puente). Bajo dicho monte y al extremo de un arrabal que conecta con la villa hay un pequeño templo y convento dedicado a la Natividad de María Santísima, que es el motivo por el cual tiene lugar la gran fiesta que hoy se celebra, al que llaman al pie de la grotta porque cerca de dicho convento hay algunas cuevas construidas a golpe de martillo de las cuales hay una en particular (incomparable) que atraviesa el monte Posilippo de una a otra parte, según dicen; cubierta del mismo monte, bastante alta y grande de modo que pueden pasar dos carrozas a la vez. Un emperador romano, hizo construir este atrevido agujero para evitar una gran vuelta que debían hacer para venir de Pusol [así reza el original, se trata de Putteoli] a Nápoles y para abreviar el camino.
Sabemos que este camino se construyó durante las guerras civiles entre Octavio Augusto y Marco Antonio. El paso tenía importancia estratégica. Según Estrabón, lo construyó el liberto Lucio Coecio Aucto, que trabajó como arquitecto a las ordenes del general Agripa. En su interior se encuentra la tumba de Virgilio.
Roca continúa:
Así pues, la fiesta que hoy se celebra en dicho lugar consiste en un majestuosa salida que hace el Rey para venir a visitar dicho templo. Para recibirlo estaban las galera y galeotas adornadas con banderas, que han disparado la artillería repetidas veces, junto a la del Castillo del Huevo y unos 14 regimientos de Infantería y seis o siete de caballería todos bien vestidos y bella tropa, sobre todo los de la brigada de aliperotos [la guardia real que no hemos podido identificar], cuyo coronel es el mismo Rey y el de guardias italianas, colocados en línea desde dicho convento hasta casi el de Santa Lucía, con sus capitanes y tenientes generales ricamente uniformados. Y no hablamos del número infinito de personas, tanto habitantes como forasteros que concurren a esta fiesta; los palacios y casas de este arrabal estaban tan llenos [de gente] que no se puede ponderar. Después, por la tarde, con este aparato, el Rey ha ido a visitar el templo, con ceremonia y el orden siguiente: delante de todo iba el Regente, o sea: el alcaide mayor de la ciudad con carroza, precedido por unos 12 alguaciles o jefes de esbirros, también con sus cañas de bambú como en Mahón [Cañas d'India en el original]. Éstos iban seguidos por una compañía de Alabarderos Reales, después de los cuales venían 12 Guardias de Corps, seguidos de una carroza de respeto de ocho caballos, vacía, la más bella que pudiera verse, toda con esculpidos dorados con otros Guardias de Corps. Venían después unas 20 carrozas de seis caballos, llenas de príncipes cortesanos, casi todos vistiendo uniformes azules bordados de oro. Seguían, precedidos sólo de otros Guardias de Corps y de unos veinte volantes [volantes: palafreneros] con uniforme, el Rey y la Reina en una misma carroza de ocho caballos, en nada inferior a la primera de respeto, grande, bella y rica como aquella. La misma cantidad de Guardias de Corps precedían al infante Don (...) que iba acompañado de dos damas en una carroza de seis caballos. Las hijas mayores del Rey, con otras dos damas, en una carroza y la menor con su nodriza y dos damas más en otra carroza también de seis caballos venían acompañadas de Guardias de Corps, situados entre una y otra. A todo esto seguían unas 19 carrozas de seis caballos ocupadas por princesas y damas de corte y finalmente la mayor parte del regimiento de guardias de corps a caballo, así como el resto de guardias. Las carrozas de príncipes y señores particulares que seguido a este acompañamiento y que lo habían precedido antes, no tienen precedentes: el lujo, la ostentación y la riqueza que se ha desplegado no tiene ponderación; todo lo que se pueda ver en una corte. Y ya no hablo de muchas otras particularidades, ni del tren de volantes y servidumbre que acompañaban esta fiesta. Al fin, el Rey, después de haber permanecido algún tiempo en dicha iglesia, ha vuelto a palacio con el mismo orden ya entrada la noche; después toda la tropa y toda la gente se ha retirado.
Nuestro joven don Antonio vivió este día la experiencia más luminosa de su natural curioso, jamás experimentada hasta entonces.
Continuará
–––
terronponce@telefonica.net
www.telefonica.net/web2/terronponce
Sin comentarios
Para comentar es necesario estar registrado en Menorca - Es diari
De momento no hay comentarios.