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Los ciudadanos eligen hoy ayuntamientos, Consell y Parlamento autonómico, lo que supone renovar el gobierno local, el insular y el de la Comunidad. Cada uno ejercerá su derecho como mejor crea conveniente, incluso con la omisión del mismo, ese es uno de los grandes valores de una jornada electoral, la libertad individual para participar y ser, por tanto, parte activa del proceso electoral. Ese ejercicio entraña y exige responsabilidad, el voto nos hace más ciudadanos, más comprometidos con un sistema que, mientras no se demuestre lo contrario, desarrolla mejor que ningún otro los principios que definen una sociedad libre, avanzada y solidaria, que, aún con numerosos defectos pendientes de corrección, da oportunidades al talento y atiende en mayor o menor medida a los desfavorecidos. La libertad y la responsabilidad convergen en la denominación de fiesta que se ha dado siempre a un día de elecciones por cuanto es una manifestación de la voluntad popular. Ese carácter no debe perderse, la expresión ciudadana a través de las urnas reviste de legitimidad a los elegidos y vincula al elector con las instituciones. Uno de los mejores indicadores de salud democrática es la asistencia a las urnas, si resulta masiva constituye además una buena noticia.