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Estamos en primavera, eso quiere decir que estoy trabajando en Madrid. Desde los balcones del apartamento se ve el bullicio de la plaza Benavente. Gentes de toda clase y condición, nacionales y extranjeros, se mueven en esa plaza en todas las direcciones, los coches pasan de continuo, noche y día, el ruido es constante.

El contraste con Oak Ridge es total. Allí desde los ventanales de mi casa no se ve a una sola persona, el ruido lo ocasionan las ardillas peleándose por territorio, algún ciervo se pasea mordisqueando las hojas nuevas de las plantas, pájaros de muy variadas especies revolotean. Todo muy diferente. Dos mundos muy distintos. Ninguno de esos mundos parece saber nada de la crisis económica. En un caso está oculta por el silencio, en el otro acallada por el bullicio.

Allí, al otro lado del Atlántico, es muy difícil descubrir como se siente la gente sobre la situación económica. Pero aquí, en Madrid, sí puedo encontrar indicios. Si hoy miércoles miro con cuidado la calle Atocha desde el balcón veo una cola de más de un centenar de personas serpenteando por la acera. Se ve gente de toda edad y condición, silenciosos esperando turno. La cola se mueve rápida pero el flujo de personas la mantiene toda la tarde. No, no es la cola de la oficina de empleo o de la seguridad social. Es la de la iglesia de San Judas Tadeo.

San Judas Tadeo es el abogado de las causas difíciles y desesperadas. Según algunos de sus devotos, su especialidad es encontrar trabajo y vivienda, especialidad muy útil en esos tiempos. Uno encuentra páginas en internet en donde puede rezar una oración al santo y encender una vela virtual, pero imagino que es más efectivo el venir aquí en persona.

Como buen funcionario, aunque celestial, San Judas tiene un horario bastante restringido, solo recibe los miércoles. Así se forma esa cola en la calle Atocha. Hace unos meses, en el pasado otoño, la cola era de al menos dos centenares de personas. Ahora es más corta. Esto me da una sensación de alivio.

Hay muchas medidas de la situación económica del país, índices de todo tipo, convenientemente manipulados por los que los elaboran, nos dan diferentes medidas de cómo está la crisis. Pero para mí, el número de personas haciendo cola en la iglesia de San Judas los miércoles por la tarde me da la mejor medida de cómo se siente la gente normal y corriente de esta ciudad.