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Probablemente el tema relacionado con España que más apasiona a los israelíes es el fútbol. No he conocido ningún país en el que la gente de la calle esté más al día de lo que ocurre en nuestra Liga y sobre todo, se identifique tanto con nuestros equipos. Uno va a un restaurante, toma un taxi o entra a comprar en una tienda y en cuanto el camarero, el taxista o el dependiente de la tienda detectan que es español, la interpelación le cae casi automáticamente: "¿eres del Barcelona o del Real Madrid?". La pregunta incomoda a los españoles que no sienten simpatía por ninguno de los dos equipos, pero exige respuesta y, sea la que sea, consigue milagrosamente romper el hielo y atraer la simpatía del interlocutor.

En Israel se sigue la Liga española con auténtica pasión. Cualquier suscriptor de la televisión por cable o por satélite tiene incluida en el paquete básico la retransmisión de los partidos más importantes de la Liga cada fin de semana. Por descontado, todas las citas internacionales del Barça y del Real Madrid se pueden ver sin problemas y cuando el encuentro es muy importante, incluso lo transmiten los canales israelíes en abierto. Los fines de semana, los bares con grandes pantallas de televisión se llenan de clientes ávidos por jalear a uno de sus dos equipos españoles, porque para el israelí medio España se divide básicamente en dos tribus: la del Real Madrid y la del Barcelona.

La cosa, sin embargo, no se limita al seguimiento de los partidos. Hay verdadera devoción, a veces rayana en el fanatismo. Por la calle uno ve mucha gente luciendo orgullosa la camiseta de un jugador de uno u otro equipo. Los niños reciben como regalo más preciado durante las fiestas judías el uniforme de su equipo favorito y no se lo quitan ni para acostarse. Hasta el más humilde trabajador conoce las alineaciones y puede pasarse horas discutiendo cuál de los dos equipos es el mejor. El fervor es de tal calibre, que no es extraño que en las tiendas de souvenirs turísticos de cualquier índole, junto con las postales de Jerusalén, las kippas de todos los colores, el agua del Jordán y los rosarios bendecidos, se encuentren a la venta banderas del Barça o del Real Madrid, para solaz de los visitantes. Al ver esto uno piensa: "¿Quién puede querer comprar estas banderas durante una visita de unos días a Israel?". Pero el caso es que se venden.

Para ser fieles a la verdad hay que decir que se nota una mayoría de seguidores del Barça, quizá por la gran simpatía que los israelíes sienten hacia Barcelona, una ciudad que les apasiona y a la que viajan constantemente. Dicen que les recuerda a Tel Aviv, por el mar, la vida nocturna y el carácter mediterráneo de su gente. Pero también contribuye a ello el impresionante palmarés del equipo catalán en estos últimos años. Como en toda bipolaridad ideológica, la del fútbol tiene además de los férreos incondicionales, una masa indefinida de dudosos (los de no sabe/no contesta de las encuestas) el llamado "voto flotante" que al final es el que da la mayoría y que suele inclinarse por el equipo que más títulos gana.

La capacidad de arrastre de los dos clubes es tal, que ha habido ya varias iniciativas de la que podríamos llamar "diplomacia futbolística". Quizá la más bonita es una que trata de traer a varios jugadores de los dos equipos para hacerlos jugar mezclados entre muchachos israelíes y palestinos, como homenaje a esa paz que no termina de llegar. La fascinación de los chavales por sus ídolos puede más que los odios ancestrales y están dispuestos a dejar de lado viejos rencores para dirimir sus diferencias pacíficamente en el campo de juego

¿Quién dijo que el fútbol era un frivolidad?