Javier García de Viedma
Pésaj es el nombre en hebreo de la Pascua. Significa saltar o pasar de largo y conmemora que el ángel exterminador pasara de largo por las casas de los israelitas marcadas con sangre de res joven, cuando atacó a los egipcios y su posterior salida de Egipto. Es una fiesta de liberación, porque con su huida, los judíos dejaron de ser esclavos y emprendieron su éxodo, el largo camino de cuarenta años que les llevaría a la tierra prometida.
La semana que viene empieza la Pascua judía. Coincide con nuestra Semana Santa, pero se trata de una celebración bien distinta. Comienza al atardecer del lunes 18 y termina el 25 de abril. Durante los días previos se realizan diversos ritos, el más señalado el de la retirada de todos los productos que contienen levadura. Por ello, a la Pascua se la conoce como la fiesta de los ácimos, es decir, de los alimentos sin levadura. Esta operación se realiza a nivel nacional y tanto los supermercados, como los hoteles, los restaurantes, colegios y casas particulares se deshacen de pan, cerveza, bollería. Una vez reunidos todos los alimentos con levadura se queman en la víspera del comienzo de la fiesta o bien se venden a los gentiles. Durante siete días solo se puede comer pan sin levadura, el matzá o pan de ázimos del que habla la Biblia. La razón de esta curiosa costumbre tiene su origen, una vez más, en la historia de los judíos, pues al huir de Egipto a toda prisa no tuvieron tiempo de que fermentara la masa, por lo que se vieron obligados a cocinar el pan sin dicho ingrediente.
En la noche en la que empieza la Pascua se celebra la cena de Séder. Es una cena muy especial en la que hay obligación de beber cuatro copas de vino y se come en la keará, o fuente pascual. Las cuatro copas de vino representan las cuatro promesas de liberación de Dios al pueblo judío (la Creación, las diez plagas de Egipto, la redención de la esclavitud del pueblo hebreo y la de hallel, o de adoración). En algunas casas se sirve una quinta copa, la copa de Elías. Los que así hacen esperan que el profeta Elías regrese ese día y anuncie la llegada del Mesías. Al terminar la cena se manda a un niño a abrir la puerta y ver si está Elías. Como no suele estar, se derrama el vino de la copa sin que nadie lo beba.
La keará contiene cinco ingredientes, cuatro de ellos en cada esquina del plato (una pata de pollo, un huevo, un poco de pasta de manzana con nueces y apio) y en el centro hierbas amargas. Cada ingrediente es un símbolo relacionado con la conmemoración pascual. Así, por ejemplo, el huevo se identifica con la dureza de corazón del faraón y las hierbas, la amarga travesía por el desierto. La Última Cena de Cristo fue, de hecho, una cena de Séder en la que compartió el matzá con sus discípulos.
Como es frecuente en las fiestas judías, en Pésaj todo tiene un significado preciso en torno a varios temas centrales: la historia milenaria de Israel, las leyes religiosas producto del pacto de Dios con su pueblo y el alimento. Tres facetas de la identidad: historia, religión y gastronomía. La Pascua es una conmemoración en la que los judíos recuerdan quienes son, de dónde vienen y cuál es su misión en el mundo. Y para no olvidarlo, los abuelos cuentan a los padres su historia y los padres a sus hijos y estos a sus hijos y a los hijos de sus hijos y así sucesivamente, desde hace ya treinta y cuatro siglos.
Hoy mi historia de Pésaj es la suya y quería compartirla con ustedes.
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