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¿Sabían Uds. que en el mundo hay tres mil trescientas treinta y tres hadas de la suerte? Pues sí, según Cornelia Funke, una de las escritoras más importantes de la literatura juvenil actual, tal cantidad de seres mágicos habitan secretamente cerca de nosotros, por ello no nos ha de extrañar que cuando el hada Tursnelda –que, por ser la más redondita es la jefa de todas ellas– se entera de un caso difícil de infelicidad, llame la mejor de sus discípulas, el hada Pistacha.

Cornelia Funke, en una de sus historias más bonitas, "El Hada de la suerte", nos relata las aventuras de Pistacha cuando es enviada en misión especial a la casa de Lucas Piernilargo. Este niño de apenas seis años no sabe cómo ser feliz, está siempre malhumorado y se niega a sonreír.

El hada Pistacha se toma esta misión muy en serio y una noche de invierno aparece en su habitación dispuesta a darle la primera lección, lo saca de la cama y le esparce un poco de polvo de hadas sobre la cabeza, a continuación toma de la mano al niño, se lo lleva volando por los tejados y lo deja sentado en el resalte de uno de ellos, temblando de miedo y de frío.

–¿Te gusta? –le pregunta.

–¡Nooo!, ¡es horrible! –contesta Lucas, y el hada lo devuelve a su cama aterido, y él se cubre con las mantas calentitas y respira aliviado. Y así, durante los días sucesivos, este ser mágico encanta vasos y tazas para que el niño no pueda beber durante unas horas su cacao o sus zumos preferidos, o sopla polvos mágicos en sus ojos y suprime los colores de su entorno, de manera que durante un tiempo todo sea gris.

Pistacha sabe que su misión ha finalizado con éxito cuando al preguntarle a Lucas cómo es la felicidad, el niño contesta:

¡Es tan redondita como tú! ¡Es gordita y atrevida, cálida, suave, roja, azul y ligera como una pluma!

Exaaaaacto –exclama Pistacha– ¡Exacto, exacto, y además sabe a cacao!

Y, ¡pling! Se va desvaneciendo.

Pistacha, el hada de la suerte, nos abre los ojos al mundo, al sabor de un cacao caliente, la belleza de los colores de nuestro entorno, ocres, verdes y amarillos, la calidez de una manta suave en una noche lluviosa, el abrazo de una madre. Estas pequeñas cosas que cobran importancia cuando carecemos de ellas y que realmente son una parte imprescindible de la felicidad.

El hada Pistacha es una alegoría del espíritu de la Navidad, que nos enseña a compartir, valorar y amar.