Visitar el Mercado de La Boquería en Barcelona es un auténtico lujo para la vista y los sentidos. Tapear en algunos de los bares que existen dentro del mismo mercado es toda una reconfortante experiencia gastronómica. Es altamente recomendable una visita al famoso "Pinotxo" o a "El Quim de la Boquería" donde los mejores manjares frescos son ofrecidos a un precio muy asequible en un ambiente auténticamente popular.
Un gran número de menorquines consideran la ciudad de Barcelona como su verdadera metrópoli. Realmente, y aunque Palma de Mallorca sea nuestra capital política y administrativa, muchos isleños consideramos a Barcelona como "nuestra" ciudad. Aquel "país balear" que pretendía impulsar Jerónimo Albertí, fundador de Unió Mallorquina, (¡Dios mío, qué miedo!) en los inicios de la autonomía balear está lejos de consolidarse a pesar de todos estos años pasados. La historia humana, y la relación social y económica, siempre se imponen incluso a la geografía o a la conveniencia política. Los muchos vínculos que muchos de nosotros menorquines hemos tenido y mantenemos en y con la capital catalana hacen de ella una referencia preferente en nuestras vidas.
Por otra parte, en el subconsciente de muchas capas de la sociedad menorquina permanece aun vigente aquel "síndrome" histórico engendrado por los episodios de "l' Amo En Xec de S' Uastrar" (Ruiz y Pablo) y las aventuras (mejor desventuras) de aquel menorquín que se lo pasó muy bien en Barcelona pero que regresó viudo. Pueden ser ejemplos de relación folklórica con una metrópoli pero reflejan tipos de relaciones de diversos tipos de menorquines con Barcelona.
Esta tierra catalana tan querida y tan relacionada con nuestra isla ha pasado hace unos días por la experiencia democrática que significa poder votar a quienes pueden mejorar las condiciones de vida de sus conciudadanos o a despojar de la representatividad política a quienes les han defraudado.
Estas nuevas elecciones han sido un claro ejemplo de cómo se castiga a quien engaña a los electores. El partido socialista catalán (PSC), en el poder desde hace siete años, ha sufrido una estrepitosa y extraordinaria derrota. Los electores han castigado a este socialismo indecentemente injertado del retro nacionalismo que ha convertido a una sociedad que era paradigma de libertades en una reserva del relativismo, la precariedad y la subvención parasitaria. El socialismo catalán ha renunciado a su internacionalismo y en una muestra histórica de "¡abajo los pantalones!" se ha dejado camelar y horadar por los sectores nacionalistas más radicales, más cutres e identitarios. Así, sus electores "socialistas, obreros y españoles" les han castigado por haber traicionado los principios fundacionales de Pablo Iglesias. Una vez más se demuestra la incompatibilidad entre socialismo y nacionalismo. Libertad y nacionalismo no cuadran. Hemos asistido, gratis, al suicidio del PSC.
Más allá de la crisis económica, las políticas despilfarradoras en pro de la imposición forzosa de un catalanismo fascistoide han empobrecido a Cataluña. Este enfrentamiento con el resto de España ha significado que entre los años 2001 y 2007 la cuota de mercado de los productos catalanes en el resto de la península haya bajado del 21,8% al 18,2%. La obsesión por la lengua he incautado 208.000 euros a través de esas increíbles multas lingüísticas, este libelo anticonstitucional, (que han sido ¡aceptadas y respaldadas por el propio socialismo internacionalista - ¡Oiga, ¡es cierto! ) pero, al tiempo, han significado una terrible y mayor pérdida de prestigio entre las capas sensatas y razonables de la "aperta" sociedad liberal europea.
Como recordaba mi amigo Francesc de Carreras en "La Vanguardia" hace unos días, el PSC ha perdido más de medio millón de votos desde las autonómicas del 99. Ello se compara con el aumento constante que ha experimentado en las generales donde ha pasado de un 34% a casi un 45% en 2008. ¿Por qué esta diferencia?. Indudablemente por sus políticas autonómicas esclavas de los postulados nacionalistas de ERC que han sido los verdaderos directores de Cataluña en estos últimos años y que también a ellos (ERC) les ha significado una terrible debacle al perder 11 diputados en el Parlamento catalán. La aparición de los "frikies" de Laporta no disminuye el hecho de que los catalanes sensatos hayan querido castigar a quienes han querido exagerar el acento nacionalista en una sociedad abierta donde más de la mitad de su población habla castellano (ver Anuario 2010 de la Associació Catalana de Sociologia).
Quienes tenemos ya la suficiente edad para recordar y comparar los años setenta con la Barcelona actual, sabemos de la libertad exhaustiva que existía en aquellos años inmediatamente predemocráticos y en la explosión de libertad que hubo a partir del 75, y que ha sido transmutada en una ficticia semi libertad restringida en los límites de un nacionalismo casposo que secciona la más elemental autonomía individual. En aquellos años el progresismo catalán hablaba catalán, castellano o inglés, sin discriminación alguna y no había prohibición (ni multa) alguna en el uso de la lengua. Déu meu ¡com han baratat! Quienes buscábamos la libertad en aquellos años podemos exclamar: ¡Cría cuervos y te sacarán los ojos! Pero los culpables de la deriva totalitaria de Cataluña acaban de ser castigados. Se han suicidado. Es justo.
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