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Con un Aeropuerto de Barajas inusualmente a rebosar, empezó a resultar sospechoso que, sobre las seis de la tarde, en los paneles de información de los vuelos la palabra "retrasado" fuera ganando presencia.

A continuación comenzó un baile de cambio de puertas. La megafonía anunciaba que el vuelo a Santiago salía por la puerta tal mientras que el de Tenerife por la cual. Mientras tanto, seguía llegando gente; niños, ancianos en sillas de ruedas, hasta que no quedó un asiento vacío.
Fue sobre las seis y media cuando un nuevo aviso dijo escuetamente que "el abandono masivo de sus puestos de trabajo de los controladores aéreos obliga, por cuestiones de seguridad, a cerrar el espacio aéreo de Madrid, por lo que todos los vuelos quedan en suspenso hasta nuevo aviso". Tras unos segundos de estupor general, la reacción de indignación fue en aumento. Había muchos aviones embarcados, llenos de niños que llevaban más de una hora esperando el despegue, pasajeros en tránsito sin maletas, sin lugar donde dormir, gente enferma con una cita médica.

Pasaban las horas y los vuelos no se cancelaban, por lo que los sufridos pasajeros no podíamos regresar a nuestras casas ya que las compañías solo se hacían cargo de los pasajes con trayectos cancelados. Aena remitía para cualquier reclamación a las compañías aéreas emisoras de los billetes y, para mayor sarcasmo, cada cierto tiempo la megafonía irrumpía en medio del caos para anunciar "¡Aviso importante, aviso importante!". Se hacía un silencio sepulcral y la megafonía continuaba: "AENA advierte a los señores pasajeros que pongan especial vigilancia sobre sus objetos personales". La paciencia de todos se tambaleaba. Hay quien calcula que más diez mil personas nos encontramos atrapados la noche del viernes en la ratonera de Barajas. La serenidad, la calma, la buena educación cívica demostrada por la inmensa mayoría de los sufridos pasajeros que se vieron envueltos en un percance tan adverso demuestra la madurez de la ciudadanía de este país.

Los controladores abandonaron masivamente sus puestos de trabajo en un pulso al Gobierno y con una actitud chulesca, sin medir las consecuencias y suponemos que convencidos de que, al cerrar el espacio aéreo español, se iban a salir con la suya.

El Gobierno no puede aceptar chantajes de ese calibre porque sería reconocer que un colectivo puede poner en jaque al Estado. Los trabajadores tienen derecho a la huelga si se consideran perjudicados en sus relaciones laborales, pero lo ocurrido no fue una huelga. Fue un pulso y un chantaje inaceptables.

Otra cosa es que el Gobierno aprobara el Real Decreto, justo el viernes antes del puente, que en el mismo se contemple que los controladores tienen que recuperar las horas por incapacidad laboral y las que se les concedieron por licencias.

Ningún trabajador de este país tiene que recuperar las horas de su baja por enfermedad. Cuidado con las incitaciones al odio. Hubo algún irresponsable que ayer llegó a proponer que los vecinos identificaran a los controladores que vivían en su comunidad.