Una bandada de gaviotas tiene la culpa de que hoy un pato migratorio o residente del parque natural de la Albufera des Grau viva cerca del mayor vertedero de Menorca.
Ocurrió hace treinta años. Un DC-9 estaba a punto de despegar del Aeropuerto cuando unos primos de Juan Salvador Gaviota que revoloteaban entre las basuras fueron absorbidos por las turbinas de la aeronave. Todo quedó en un susto, pero fue el principio de un largo culebrón que terminó con la decisión, en 1991, de ubicar la Planta Insular de Residuos en Milà. Ese mismo año se ponía en marcha la nueva central de GESA en el Cós Nou. ¡Menunda coincidencia! Dos instalaciones antipáticas y que nadie quería en su casa se instalaban a escasos kilómetros de una de la joyas naturales de Menorca, que ya había sido salvada de un sueño urbanístico de nombre Shangri-La. Poco tiempo después, la zona de Es Grau fue declarada núcleo de la Reserva de la Biosfera.
Ironías de la vida. Nuestro pato protegido vive hoy en la frontera de las dos industrias más vigiladas desde el punto de vista medioambiental. Así, en su deambular diario puede sobrevolar colinas de residuos y sortear molinos y chimeneas.
Han pasado los años y ahora Milà necesita crecer, como ya lo hizo en su día la GESA. ¿Y dentro de 20 años qué pasará?
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