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Lo que en principio es un gran progreso -la abundancia de informaciones a las que todo hijo de vecino puede acceder fácilmente- me temo que se ha convertido de hecho en un serio obstáculo para que en verdad conozcamos bien lo que ocurre en nuestro entorno mas inmediato y no digamos los acontecimientos que se producen lejos de nosotros. El bombardeo de noticias al que estamos sometidos a diario sume al hombre de la calle en un estado de perplejidad que hace difícil tomar decisiones sensatas en cuestiones que nos afectan muy seriamente. Un dominical del "New York Times" contiene mas información que la que pudo recibir Shakespeare en toda su vida, leí hace tiempo en un sustancioso ensayo sobre el ­boom informativo que nos invade y en menor medida aplicarse este aserto al lector de la prensa dominguera de cualquiera de nuestras ciudades y más aún si se le añade a tan abundosa información lo que se nos comunica a través de la radio y de la televisión. Teóricamente podemos saberlo todo sobre política, religión o deportes y prácticamente habrá mucha gente -una mayoría?- que vive en la inopia en nuestra era de la información. Es uno de los signos del tiempo que nos ha tocado vivir.

No sé si existe, o al menos yo no la conozco, alguna receta válida para todos para hacer frente a esta situación en la que, nos guste o no, estamos inmersos. La que se me ocurre a bote pronto y la que personalmente me sirve bastante es ser máximamente exigentes a la hora de seleccionar lo que queremos leer o escuchar, renunciando a una abundosa cantidad de material inservible, una auténtica basura en muchos casos o de muy escasa utilidad. El criterio para ejercitarse en una tal selección forzosamente restrictiva es un criterio muy personal y difícilmente transmitible. Apuntaría muy tímidamente a uno más bien genérico, aquél gracias al cual podamos enriquecer nuestro acervo cultural por modesto que éste sea, entendiendo por cultura, como señala Manuel Castells, el conjunto de valores y creencias que dan forma, orientan y motivan el comportamiento de las personas.

Por otra parte, no se trata solamente de aumentar el nivel cultural de la gente, por muy importante que este objetivo sea para frenar el abuso de poder de los poderosos que explotan en su exclusivo beneficio la ignorancia del llamado pueblo soberano, sino de que gracias a la información rigurosamente seleccionada que está hoy a nuestro alcance podamos disponer de la mayor cantidad posible de elementos de juicio para acertar a la hora de decidir sobre el tema que sea, sino para salir de la incertidumbre, que es el hábitat natural de la vida humana. Es la esperanza de huir de esta incertidumbre, escribe Bauman, lo que constituye el auténtico motor de nuestros empeños.