Resulta que el Parlamento de Cataluña, el mismo que hace dos meses prohibió las corridas de toros por su inhumanidad y su lucha contra el maltrato animal, ha blindado la fiesta de los "correbous".
Lo llamativo es que, a favor de ese blindaje, han estado los mismos diputados, de los mismos partidos, que antes del verano presentaban a sesudos expertos, que llegaban a comparar el daño infligido al toro en la plaza con la violencia machista, para justificar la abolición del toreo.
O sea que estos mismos representantes de la voluntad popular, que entonces negaron cualquier identificación de la fiesta taurina con España, y por ende su rechazo en Cataluña, blindan ahora una tradición que es tan salvaje como dar muerte a un toro en un coso. Eso sí, la tradición es catalana y se practica desde que los abuelos tienen memoria en las tierras de Tarragona.
Para aclararnos, embolar a un toro consiste en colocarle unos artilugios de hierro atornillados al extremo de los cuernos. Para poder hacer esta maniobra, se ata una soga al cuello del animal, que esta encajonado, sin comer ni beber. Al abrir el cajón se topa con un tronco clavado en el suelo y allí, una vez inmovilizado, con la muchedumbre tirando unos por delante de la soga y otros del rabo, le colocan el armazón de hierro con unas bolas de material inflamable. Una tradición, como vemos, muy civilizada y homologable con Europa.
A continuación, se prende fuego a las bolas y el animal despavorido huye mientras es golpeado. Este es el festejo que han blindado, a propuesta de Convergencia y Unió, los parlamentarios catalanes.
¿Quién va a creer que la prohibición anterior respondía al benemérito empeño de atender la iniciativa popular en defensa de los animales? Los festejos populares que ponen en peligro una sola vida humana o que se basan en el sufrimiento de un animal son rechazables sean catalanes, vascos, murcianos o cántabros.
Los nacionalistas catalanes han querido, con esta sonrojante incoherencia, hacerse perdonar la prohibición de las corridas de toros que un sector de su electorado no ha visto con buenos ojos.
Sólo IPC-EV ha votado en contra (hubiera sido el colmo) y el PSC, como Pilatos, ha vuelto a dar libertad de voto a los suyos.
A partir de ahora queda demostrado lo que ya se sospechaba: que el sufrimiento de los animales no era más que una excusa sensiblera, que en el fondo les traía al pairo. Lo único importante son los votos.
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