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Es curioso esto de las playas. Son elemento esencial del paisaje, refugio para los que vivimos en Menorca todo el año- quién se resiste a un paseo cualquier día frío y soleado de invierno- un reclamo turístico de valor incalculabe. Han servido de arma arrojadiza en la arena política a cuenta del servicio de limpieza mancomunado y constituyen permanente motivo de enfrentamiento entre conservacionistas y agentes económicos y no hay queja más repetida que la originada por la presencia de posidonia en los arenales.

La frase "las playas no están en condiciones" ocuparía un lugar privilegiado en el "top ten" de problemas irresolubles y, sin embargo, Menorca concentra doce de las 14 banderas verdes con las que cuenta Balears. La apuesta por un sistema sostenible en el mantenimiento de las playas menorquinas, basado en la gestión de residuos y la reducción de consumos, ha hecho a la Isla acreedora de estas banderas. Habrá quien diga que nos faltan azules, pero pensando en positivo- o en verde, según prefieran-, por qué no valoramos esta esperanzadora distinción.