Acabo de regresar del borde exterior de la galaxia después de un mes de ausencia y, ¿qué me encuentro? Pues más de lo mismo. Algunos pensarán que me estoy refiriendo a ese debate nacional que suscita el "poblema" entre la Esteban y el padre de Andreíta, pero no. En realidad estoy hablando de política.
Ante el panorama actual, muchos ciudadanos y algunos analistas (sobre todo esos que modera un personaje con mofletes y boquita de piñón) están pidiendo a gritos elecciones anticipadas.
Sí, ya.
No se cansen, digo, esto no tiene arreglo, al menos en España. Acudiré a la memoria histórica. Me refiero a la de verdad, la que construimos los historiadores desde siempre, no esa que se han inventado algunos como si fuera lo único a memorizar, porque les interesa a ellos para desviar atenciones y que nos olvidemos de los "poblemas" de la Esteban.
A la memoria histórica acudo, digo, y compruebo que en la España Vieja hubo también más de lo mismo y que la violencia extrema de la Guerra (In)civil no lo solucionó, porque solución no tiene.
Me retrotraigo a 1923, cuando el general Primo de Rivera dio su golpe de Estado. La intención del general era "extirpar la gangrena del cuerpo social" personalizando al "cirujano de hierro" que había pedido el regeneracionista Joaquín Costa y devolver a España el pulso perdido, recuperar "la España sin pulso" que Francisco Silvela había denunciado años antes en las paginas de "El Tiempo", y la forma de hacerlo consistía en introducir gente nueva en la política, renovar la clase política. Pero Primo se engañaba, no había gente nueva válida, entonces como ahora, y en aquel caso, violentando las leyes democráticas se instalaron en las poltronas los mismos perros con distintos collares o hijos o nietos de aquellos perros, gentes, como las de ahora, cuyo único mérito consiste en ser listos con piquito.
Sobre todo "en provincias".
Ése fue y no otro, el sustrato de aquel partido único que se llamó la Unión Patriótica. En la prensa afecta al partido, se despachaba Primo todas las mañanas con un editorial. Una vez, en el periódico "La Nación, una señorita de buena familia, consciente de la debilidad del dictador por el halago femenino, envió un poema laudatorio para el general que a la mañana siguiente fue publicado a toda plana, recibiendo además los elogios de Don Miguel. Éste era el poema:
Paladín de la Patria redimida,
Recio soldado que pelea y canta
Ira de Dios que cuando azota es santa,
Místico rayo que al matar es vida:
Otra es España, a tu virtud rendida;
Ella es feliz bajo tu noble planta;
Solo el hampón, que en odio se amamanta,
Blasfema ante tu frente esclarecida.
Otro es el mundo ante la España nueva;
Rencores viejos de la Edad medieva
Rompió tu lanza, que a los viles trunca.
Ahora está en paz tu grey bajo el amado
Chorro de luz de tu inmortal cayado.
¡Oh, pastor santo! ¡No nos dejes nunca!
Lo que no se dieron cuenta los redactores ni el dictador fue que el poema era un caramelo envenenado: contenía un acróstico. En efecto: con las primeras letras de cada estrofa en vertical podía leerse: "P-r-i-m-o-e-s-b-o-r-r-a-c-h-o".
En fin, ridículo espantoso de un militar que en vez de dedicarse a lo suyo (lo suyo lo hizo bien en Alhucemas) prefirió la política en la que hace falta mucha talla de estadista; mucho más que la simpleza de una mente cuadriculada como la suya. Total que al final, República, Guerra (In)civil y los Cuarenta Años.
Eso sí, en tiempos de Primo parece que se vivió bien. Lo decía mi abuela y también se lo he oído a otros muchos abuelos. Pero claro, era una coyuntura engañosa. Los especuladores de turno trabajaban para su propio beneficio en la sombra y perjudicaron el ajeno, el de los de siempre. En 1929 se acabó la euforia y comenzó el llorar y crujir de dientes.
A lo dicho (es decir, que no hay clase política de recambio, hay la que hay y que los dioses nos cojan confesados) añadamos el marasmo del siglo XIX. Primero Fernando VII cerrando las universidades diez años. ¡diez largos años sin formación de intelectuales y técnicos!; luego los sucesivos golpes de Estado y consecuentes cambios radicales de políticas de todo tipo, incluidas las de educación, sin contar con el corporativismo universitario que colocaba a la Universidad Española en unos niveles de eficacia escasos o nulos, lo cual sigue siendo pura y dura realidad.
¡Toma memoria histórica!
Uno no puede menos que llevarse las manos a la cabeza cuando le cuentan que en la Europa de principios del siglo XIX existían aquellas monumentales ferias, como la de Francfort, que se convirtió en el principal foco de venta de libros de Alemania y de toda Europa y tantas y tantas otras jugosas iniciativas culturales, privadas o institucionales, en las que París era centro neurálgico, mientras aquí se discutía el sexo de los ángeles y además se mataba por ello.
En este país solo se salvan algunos individuos, aquellos que a pesar de que aquí aprender, investigar o especular es llorar, tienen ese tesón fruto del entusiasmo (nada sustituye al entusiasmo decía Walt Whitman) y alcanzan ciertas cotas de sabiduría. Limitadas, también, ojo, por el escaso eco de su iniciativa y la falta de un entorno suficientemente culto o formativo ¡cuánto hubiera podido aprender el entusiasta por ahí! Menos mal que desde hace algún tiempo existe Internet, donde además de consultar páginas porno, se puede también conseguir inmensas dosis de información que antes hubiera sido prácticamente imposible obtener. Es más: vivir en una isla como Menorca que antes era un "poblema" casi tan gordo como los de la Esteban, ahora ya no lo es.
No nos engañemos (señores), las futuras elecciones no van a servir de nada. No hay clase política (buena) de recambio. Nos falta algo de lo que nadie habla en el actual discurso restrictivo a lo políticamente correcto: La solera, algo que realmente convierte una acción (y una nación) en eficaz (que no "eficiente", (odio la palabra, casi tanto como lo de "emblemática"), después de años y años de práctica y experimentación continuada sin desviaciones nocivas. La solera, que es la clave de por qué Europa (nosotros no somos europeos por mas que nos pese) sale una y otra vez de sus crisis (la mayor la de la Segunda Guerra Mundial). Crisis, digo. ¿No se dan cuenta de todas maneras que dichos sobresaltos de esta anarquía de mercado que es el capitalismo siempre las pagan los mismos, los desheredados de la fortuna?
¿Qué hacer? Buena pregunta. Ya se la hizo Lenin en un famoso opúsculo con ese título, cuando decidió pasar de la teoría a la praxis. Buena pregunta, digo. Yo propondría la solución anarquista, lo de "las pequeñas comunidades autogestionadas". Menorca una tierra a-islada sería un buen lugar para la experiencia. Una especie de democracia directa con reuniones en el Ágora de Es Castell, para que los ciudadanos dirigieran directamente sus destinos.
...Y embarcar a los políticos hacia alta mar en El Mouldi después de conectar el piloto automático (¡ojo! la idea no es mía).
Pero no, que digo. "Una vez tuve un sueño" dijo Martin Luther King y ya saben cómo le fue... Lo del Ágora en Es Castell no deja de ser una propuesta onírica (lo de El Mouldi también). No nos engañemos una vez más (señores) pronto saldría el piquito del listillo, hijo o nieto de listillos, disfrazado de lagarterana a fastidiarnos el concierto.
And so on.
Total: no se cansen, repito. Después de las próximas elecciones más de lo mismo once again.
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