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Me refiero a la voz del hace poco estrenado otoño y de cada vez la oímos menos porque la caída de las hojas, que es su sello característico, debido a que las estaciones andan un poco locas hacen que las fuertes rachas de viento y lluvias intensas desnuden los árboles. Mi pequeño patio comenzó a tapizarse de hojas en una época que no debían haber caído y uno piensa si eso es un aviso de algo o un simple accidente. El confiar en que la madre naturaleza es sabia a veces sus normas te pillan contrapié y aunque no tienes más remedio que aceptarlas, te preguntas una y mil veces el porque no se mantienen las cosas como siempre se han pintado.

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Hasta los poetas, algo más escasos que hace un tiempo en la que cada estación se veía venir sin cambios extremos, parece como si su inspiración estuviera invernando a la espera de nuevos cambios algo más suaves. No se si en lo que nos queda de otoño tendremos la oportunidad de caminar sobre miles de hojas caídas y resecas y si tendremos la oportunidad de visualizar aun tonalidades ocres entrelazadas con verdes y si ese típico veranillo de San Miguel que se nos anuncia para el veintinueve, dará con sus temperaturas vida a lo que parece ya no tenerla y las musas para quienes siempre han sabido aprovecharlas, harán que se escriban y se lean    para que nos demos cuenta de que todavía la imaginación y los sueños siguen vivos.