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Las penurias económicas de muchas mujeres, sobre todo sudamericanas y de Europa del Este, son utilizadas por organizaciones mafiosas para traerlas a España y prostituirlas en contra de su voluntad, tras engañarlas con un supuesto trabajo «digno» que no es más que una farsa. Lo que llama la atención de estos proxenetas es que actúan con aparente impunidad y con un desprecio absoluto hacia los derechos y libertades de las personas. El modus operandi casi siempre es el mismo: les ofrecen trabajo en el sector inmobiliario y les pagan el trayecto desde su país. Cuando aterrizan, descubren de golpe que todo ha sido una trampa.