La desacertadísima iniciativa de que adolescentes peninsulares pudieran viajar a Mallorca para celebrar su final de curso escolar altera hasta extremos insólitos la situación sanitaria, jurídica, social y mediática.
También están teniendo severas repercusiones los botellones y aglomeraciones registradas en Ciutadella durante los días de unas fiestas de Sant Joan suspendidas para la población local. Cuando se vislumbraba que esta temporada podría acercarse a la normalidad, todo lo que parecía controlado presenta confusión y provoca enorme preocupación.
Los datos sanitarios empeoran entre la población joven, por lo que el Govern arranca la vacunación en este colectivo, mantiene las restricciones, detiene la desescalada y exige pruebas PCR a los grupos de viajeros que superen la veintena. El Govern Armengol intenta evitar que la situación se le vaya de las manos cuando Alemania, Suiza y Austria congelan sus reservas turísticas y la imagen de Balears se ve gravemente perjudicada. Son las consecuencias de un desastre, empeorado por las pretensiones de padres y adolescentes en cuarentena. Las medidas de control y prevención han fallado, y ahora todos ya pagamos las consecuencias.