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La contracción sin precedentes que, durante el primer trimestre, ha registrado la economía de Menorca por las restricciones de la actividad y la movilidad decretadas con el estado de alarma, ha provocado un retroceso del 4,7 por ciento. Las perspectivas a medio plazo, cuando la temporada turística aún no ha arrancado, se traducen en un escenario preocupante en el que Menorca se abre a la recesión.

Según los informes difundidos ayer por CAEB y la Fundació Impulsa, la covid-19 ha situado el sector servicios en terreno negativo y la industria ha entrado definitivamente en la banda roja, con una caída que ha afectado duramente al sector manufacturero menorquín. La pandemia también ha impactado sobre el consumo privado y a obligado a las familias a modificar sus hábitos. Los ERTEs han amortiguado la enorme repercusión de una crisis con unas expectativas a la baja que comprometen las decisiones de consumo e inversión. A la espera de conocer los datos del segundo trimestre y de que empiece una campaña turística inédita -que difícilmente alcanzará el 50 por ciento de negocio del 2019- Menorca debe prepararse para una situación de enorme dificultad que exigirá grandes esfuerzos y sacrificios.