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El desafío independentista de Catalunya se ha instalado en un caos cada vez más embarullado y confuso, de incierta salida. El presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, descartó ayer la convocatoria de elecciones autonómicas al no recibir «garantías» del Gobierno sobre la aplicación del artículo 155 de la Constitución. El Parlament catalán y el Senado celebraron sendas sesiones con iniciativas contrapuestas, en Barcelona hacia la declaración unilateral de independencia y en Madrid hacia el control de la Generalitat.

Caminos divergentes, sin posibilidad de acuerdo, mientras mediadores como el lehendakari Urkullu, intentan detener una dinámica negativa tanto para Catalunya y como para España.

En este contexto aumenta la crispación social, la incertidumbre y las dudas que reflejan los indicadores económicos con la marcha de las empresas. Puigdemont tiene en la convocatoria de elecciones la única opción para reducir el impacto de la intervención del Gobierno, además de abrir una brecha en el Partido Socialista. El tono conciliador del portavoz del PSC, Miquel Iceta, llevaba implícito este mensaje. Sería el último gesto para reconducir el grave conflicto que se vive en Catalunya.