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El programa «MasterChef» grabado en Menorca ha tenido un gran impacto, por la audiencia de este espacio de la televisión pública nacional, que en algunos momentos superó los seis millones de espectadores, y por la polémica posterior generada en torno a los errores del menú y el fiasco en la preparación de los platos. Es cierto que se trata de un concurso, con formato reality show, y que la poca destreza culinaria de los concursantes no tiene porqué perjudicar la imagen de Menorca y de su gastronomía. Pero ha sido una gran oportunidad perdida para promocionar la cocina menorquina. Es evidente que éste no era el objetivo del programa, pero ya que se trata de una televisión pública debería existir una mayor colaboración con las entidades menorquinas y las administraciones locales para cumplir los fines sociales y culturales que forman parte del ideario del medio público.

Bastaba asesorarse mejor con el menú, excluir postres de otras regiones, y que los concursantes obtuvieran una mejor información sobre la forma de elaborar las berenjenas rellenas y la caldera de pescado. Esta mala experiencia debe servir para, en una próxima ocasión, también desde Menorca, prestar más atención a la organización de cualquier proyecto de gran impacto mediático.