Menorca inicia el 2017 con la ordenación y toma de posesión del obispo Francisco Conesa. En su primera alocución a los menorquines, después de dieciséis meses de sede vacante con Gerard Villalonga como administrador diocesano, tras manifestar su disposición a «gastarme cada día por amor a vosotros y a vivir para este pueblo que se me confía», el prelado anunció las prioridades de su episcopado. En primer lugar manifestó que «es la hora de los laicos».
«Vosotros -afirmó monseñor Conesa- hacéis presente a la Iglesia en el corazón del mundo y lleváis el clamor del mundo al corazón de la Iglesia». Por ello se hace imprescindible un «laicado maduro», porque ya ha llegado la «hora de sacar la fe a la calle, de poner a Cristo en el corazón de este mundo».
Recordó que «la Iglesia existe para evangelizar». Esta es la razón de ser de la diócesis de Menorca, recalcó su nuevo obispo, por lo que es necesario ponerlo todo «al servicio de la evangelización», «sin miedo», añadió, y a prescindir de todo aquello que no ayude a proclamar el Evangelio e intentando abrir caminos nuevos para llegar al hombre contemporáneo. Una hoja de ruta bien definida.