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Desde que, en septiembre del año pasado, el obispo Salvador Giménez tomó posesión como titular de la sede episcopal de Lleida, Menorca se encuentra en situación de sede vacante. Durante estos doce meses Gerard Villalonga ha regido la Iglesia menorquina, tras haber sido designado administrador diocesano con el voto unánime del Colegio de Consultores.

En esta etapa se ha mantenido, impulsado y promovido la actividad eclesial en la Isla, tanto en el ámbito pastoral como en el ejercicio de la solidaridad y la acción social a través de Caritas Diocesana, Manos Unidas, el secretariado de Misiones y la Pastoral Penitenciaria.

Ha coincidido esta etapa con el Año de la Misericordia y la apertura de un centro de atención a personas que carecen de un hogar estable con el que ha dado servicio la Iglesia menorquina a cincuenta personas. La sede vacante es un periodo transitorio, de espera, hasta que la Santa Sede designa al nuevo titular de la diócesis. Doce meses después cabe esperar que hayan concluido las consultas para la designación del nuevo prelado y, como manifiesta Gerard Villalonga, Menorca reciba al nuevo obispo antes de concluir este año.