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La dimisión de Esperança Camps como consellera de Transparencia, Participación y Cultura, el mismo día que el Govern presentaba a bombo y platillo la Oficina Anticorrupción constituye un ridículo que alcanza a la presidenta Francina Armengol. La periodista y novelista abandona el Ejecutivo tras admitir el enfrentamiento con sus directores generales, a los que acusó de inoperancia y de haberla torpedeado con filtraciones a la prensa. Tales afirmaciones son vergonzosas.

Camps ha demostrado su incapacidad, en parte mitigada porque no supo nombrar a su propio equipo. Sus altos cargos eran fruto de un reparto entre Més per Mallorca y Més per Menorca que han acabado enfrentados entre ellos.

En esta dimisión queda aún por explicar el papel desempeñado por la presidenta del Consell, Maite Salord y también hay que exigir más determinación a Francina Armengol. La presidenta del Govern es responsable del Ejecutivo que encabeza. Las conselleries han de ser departamentos bien estructurados y engrasados. Armengol ha de poner orden, dirigir y coordinar en un Govern donde las cuotas no pueden provocar mala gestión e incompetencia.