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La muerte de una joven de 19 años, estrangulada por su novio de 22, constituye otro caso de asesinato machista que no ha sido evitado a pesar de las reiteradas advertencias de familiares, amigos y vecinos de la víctima. Las siempre complejas relaciones humanas subyacen en un drama de esta naturaleza que nos estremece y conmociona. 

De nada han servido las numerosas denuncias previas, órdenes de alejamiento y recomendaciones para que no se produjera el fatal desenlace. El sentimiento de impotencia motiva la reflexión. Hace años que la administración difunde campañas contra la violencia de género, ha dotado de medios específicos a los cuerpos de seguridad y habilitado juzgados especializados. Pero no mejoran los resultados porque se siguen repitiendo comportamientos y actitudes machistas que no tienen cabida en una sociedad de derechos, respeto y libertades.

Hay que actuar de raíz para evitar nuevos episodios. En este caso, el asesino tenía antecedentes de ataques similares, pero las garantías constitucionales desprotegieron a la víctima. Ha llegado el momento de plantear y aplicar con eficacia medidas excepcionales para proteger a quien está riesgo.