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Los sectores más radicales del mundo islámico se han adueñado de los conflictos armados en Oriente Medio. Son grupos que actúan con una atrocidad sin límites y el único fin de atemorizar a sus adversarios, en especial los países occidentales. En Irak, los yihadistas graban el degüello de uno de sus rehenes -el último, un periodista norteamericano- para difundir imágenes de una crueldad obscena
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También protagonizan la persecución contra los pueblos cristianos en la frontera con Turquía. En Gaza, Hamás retoma los juicios sumarísimos y ejecuciones en público, con el asesinato de palestinos que habrían colaborado con Israel.

El yihadismo gana terreno en muchos países árabes, reclutando a jóvenes dispuestos a inmolarse para provocar el terror desde el fanatismo religioso. Este fenómeno crece. Los esfuerzos para combatir las cédulas yihadistas son ineficaces, lo que exige cambiar la actual estrategia. El mundo árabe vive una convulsión social que ve a Occidente como responsable de sus males. Es preciso pacificar, eliminar dictadores y nuevos califas; y favorecer acuerdos que ayuden a la población a salir de la miseria y dignificar el futuro de los jóvenes.