Han tenido que transcurrir diez años para que la 'teoría de la conspiración' en los atentados del 11-M se haya diluido.
Hoy, también desde el Gobierno de Mariano Rajoy ya se admite que los ataques fueron obra de una célula yihadista.
Hasta los medios de comunicación que alimentaron y alentaron las hipótesis más fantasiosas sobre la autoría y fines de aquella brutal masacre en Madrid ya no ocultan su error. Afortunadamente.
El principal objetivo de esta teoría consistía en deslegitimar los resultados de las elecciones generales celebradas tres días después; unos comicios que dieron la victoria al PSOE y pusieron a Rodríguez Zapatero al frente del Gobierno en sustitución de José María Aznar.
Un sector del PP, vinculado a este presidente, abonó una especulación interesada y perversa. Sin ningún tipo de base, el Gobierno Aznar atribuyó la autoría del 11-M a ETA cuando ya conocía el origen islamista de los atentados. Durante años se quiso sostener esta falsedad para desacreditar la sentencia que condenó a los autores de los asesinatos. La sociedad española ha dado muestras de madurez y sentido de la responsabilidad. Esta ha sido la segunda gran lección del 11-M: no ha triunfado el engaño.