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Qué difícil es cuando uno de tus mejores amigos, mucho más joven que tú, se va para siempre, expresar por escrito todos los sentimientos, emociones y recuerdos que te vienen a la mente, y si además te enteras de su fallecimiento catorce días después de haber ocurrido, entras en un estado de shock del que cuesta salir.                                     

No he podido despedirme de Juan Carlos Ortego, buena persona, y mejor amigo, con el que desde que lo conocí allá por 1989, pasamos muchos momentos juntos, sobre todo jugando al principio a squash, y a partir del 2000 a tenis en S’Algar. Partidas larguísimas llenas de rivalidad, intensidad y sobre todo de deportividad y buen rollo. Comidas de vez en cuando en las que recordábamos momentos de algunas de esas partidas, y por supuestos tocábamos temas de actualidad, de los que sabía un montón.

Pienso, y me gustaría creer, que allí donde esté él ahora, sigue leyendo el Menorca cada día, y si esto fuera así, aprovecho para decirle lo mucho que siento su pérdida, cuánto hecho de menos su amistad, y agradecerle el haber sido mi amigo durante tantos años.

Nunca te olvidaré.