Como se decía antiguamente, como decían los clásicos. «Las cosas están hechas para mejorar». Supongo que se referían para mejorar la vida del ciudadano. O para mejorarse -las cosas; que no sé si ha quedado claro-. Y cuando nuestro ciudadano con la mejor intención del mundo y cumpliendo la normativa vigente, la del ayuntamiento o Unión Europea, que no se sabe, saca los residuos cada noche para que se los lleven las patrullas de limpieza estas, o no los ven o no se los llevan. Dirán que había tantos coches aparcados que no vieron el recipiente -o no lo quisieron ver-. Ese recipiente que has guardado en tu casa con sumo cuidado por dos días o una semana según los casos -y que almacenas que a veces ya no sabes qué hacer con tanta basura que generas-; hasta la guardas, los restos orgánicos, en tu nevera para que no vengan las cucarachas y hormigas callejeras. Tú los ves -a los operarios- montados en el camión, y ves cómo miran en dirección a la acera. Pero como solo ven coches aparcados, y no lo que hay tras ellos -que es la basura-, la dejan. Basura que has guardado de la forma más higiénica. Y, nada; que le vamos a hacer... ¡Hasta luego Lucas!
Eso en las calles donde no hay punto de reunión, de recipientes; para la ocasión. Y cuando protestas al ayuntamiento para decir que no se llevan tu basura te dan un papelito con un número de teléfono para que llames y pidas explicaciones de por qué no se han llevado la basura -esa que tan celosamente has guardado por dos días o una semana-.
¡Vaya gracia!
Antes -bendito antes- tú ibas donde estaban los iglús urbanos -esos de color amarillo, verde y azulado, ¿se acuerdan?- y depositabas los desechos. Y no tenías que depender de nadie, o de que alguien viniera -o no- y los recogiera. Además tú aprovechabas para sacar al perro. Pero ahora no, ahora almacenas la basura en tu casa que casi la conviertes en un almacén de botellas. Y cuando vuelves al ayuntamiento, para protestar -que ya no vuelves; ¿para qué?- y dices que no se llevan los desechos pueden decirte que exageras, que no tienes razón, que las cosas no se hacen de esa manera; que hay que llamar a un teléfono para que -tú, solo tú- preguntes a alguien, que no sabes quién es, por qué no se han llevado los residuos que generas. Porque a nadie le interesa que pagues la llamada de tu cartera, o pierdas tu tiempo, o dediques parte del tuyo al suyo -que es hacer un trabajo y no atender al ciudadano-. Te dirán ellos que; ellos sí recogen -aunque tu recipiente esté aún lleno en tu puerta-. Suerte tendrás -digo- que no lo hayan orinado los perros, ni moleste a las personas, o que alguna caiga porque la acera es más estrecha que una comba. Y no hablemos de la estética urbana, o de que algunos recipientes están todo el día por la calle -¿qué pensarán de nosotros?-.
Tú podrás decirle a tu ayuntamiento -y serás un valiente- que pagas impuestos, que lo haces para que todos nos beneficiemos de ello -y que con eso facilitas sus bienes, los del ayuntamiento-. Que cooperas con tu pueblo. Pero eso no es real, no es auténtico. Tú pagas -con suerte- para que -si hay suerte- los operarios bajen del camión y miren el callejón y vean si hay recipientes -y si quieren se los lleven-.
Pero, nada. Desesperado vuelves a tu casa -y con el recipiente en la mano- y lo guardas por dos días más o una semana. Y piensas que -tal vez- la próxima vez habrá más suerte, y que las patrullas de la limpieza urbana se llevarán la basura domiciliaria. Y no se tiene nada contra esta gente que son los que mantienen limpia la ciudad desde que amanece hasta que anochece.