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Con motivo de la revista de las Festes de Gràcia, el periodista Iñaki Gabilondo sacaba otra vez a la luz pública una cuestión que todos los residentes de s'altra banda del Puerto de Maó tenemos muy presente, la ausencia de saneamiento en su totalidad, y la ausencia de agua potable en una gran parte de ella.

Frente a esta situación de debate eterno, y de la lógica preocupación, y por qué no decirlo, cabreo, que llevan muchos vecinos que llevan oyendo promesas sobre el saneamiento desde hace 30 y 40 años, se producen escenarios que los vecinos no entendemos.

Este verano se ha concedido a uno de los productores locales de mejillones una concesión administrativa de 20 años sobre algunas de los antiguas casetes de vorera de s'altra banda.

Esto conllevará ahora la necesidad de que Ayuntamiento tramite en su caso la demolición y    construcción de nuevos elementos con las pertinentes licencias, en una zona sin saneamiento y a pie de mar, y según el proyecto, una zona de degustación de mejillones al aire libre, con cocina y demás servicios.

Si bien los vecinos convivimos con la producción de mejillones desde hace décadas, y no tenemos inconveniente en que trabajen en mejores condiciones y progresen, ¿cómo es posible que en una zona en la que no hay saneamiento, ni agua potable, se puedan conceder licencias para una nueva actividad de degustación?

La ausencia de saneamiento significa a día de hoy centenares de fosas sépticas en funcionamiento, significa centenares de depósitos de agua, y significa por ende, multiplicar las posibilidades de vertidos accidentales y contaminación del subsuelo y del mar, así como las posibilidades de fugas de agua potable imposibles de controlar.

Como se apuntaba en el artículo, esto supone un grave riesgo para el medio ambiente, tanto terrestre como marino, y no estamos hablando de tres calles, estamos hablando de una superficie urbanizada de más de 50 hectáreas (del linde con la estación naval a Cala Llonga), donde se han dado licencias de construcción hasta hace bien poco. Por poner un referente a lo que son 50 hectáreas, es el equivalente al casco urbano de Es Castell, Santa Ana y Sol del Este, juntos.

El establecimiento de una nueva actividad que provocará, por mucho que se lo planteen de otra forma, más desplazamientos sobre carreteras estrechas y en mal estado, necesidad de aparcamiento cuando ya no hay sitio ni para los vecinos, amarristas y los carros que descargan barcas al mar. Una nueva actividad que precisará de lavabos y cocina, que no sabemos ni cómo funcionarán sin saneamiento a nivel de mar, y dónde desembocarán, así como los consecuentes ruidos de una actividad al aire libre a decímetros de los vecinos.

Como ya se ha expuesto ante las autoridades en diversas ocasiones, la carencia de saneamiento se suma al mal estado de los accesos por carretera y la práctica ausencia de servicios públicos, a excepción de la recogida de basuras puerta a puerta, que está teniendo las mismas consecuencias que parecen apreciarse en el resto del municipio, con el añadido de los amarristas y usuarios del varadero de Sant Antoni, que llegan a tierra y no saben dónde depositar las basuras, y el hecho de que Cala Rata y Cala Ratolí no solo se llaman así como topónimos tradicionales…

Este desequilibrio evidente entre el no tener servicios, pero tener que ver cómo las administraciones se encaminan a tramitar nuevas actividades en la zona, mientras no se otorgan licencias de obras, hasta que no se solucione el saneamiento, es probablemente una de las patatas más calientes que vamos a tener que lidiar en el corto plazo, y que ha provocado que la asamblea de nuestra asociación por unanimidad se oponga frontalmente a esta nueva actividad de degustación. Pues mientras se habla del saneamiento como un acontecimiento mesiánico que puede tardar años (décadas o nunca, según con quien se hable), la carga sobre la zona se amplía, y con ello este agravio comparativo.

Debemos reconocer que en los últimos tiempos, y en lo que se refiere a atender las quejas más evidentes de los vecinos en cuanto a basuras y ciertas cuestiones de mantenimiento, el Ayuntamiento, y en particular el regidor Tete García, ha atendido más llamadas de las que podemos contar en décadas, y que agradecemos, pero evidentemente ni para él ni para nosotros, ir «a salto de mata» es lo más conveniente ni deseable, y el establecimiento de esta nueva actividad conllevaría necesariamente incrementar las carencias ya existentes.

Se trata de una cuestión de mera razonabilidad, y como resumen a las propuestas que ya se han realizado al Ayuntamiento, centrémonos en resolver un problema de 40 años que ya no puede esperar más, que puede suponer perjuicios sobre el medioambiente, que supone una anomalía y una amenaza al puerto, y no abramos un nuevo melón, al que se oponen unánimemente los vecinos, que todavía pondrá más de manifiesto la falta histórica de medios en atender los servicios públicos más básicos.