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Existen cuatro órdenes de categorías éticas ante la vida pública:

1ª Los que hacen política por ambición personal. 2ª Los que la hacen desinteresadamente por amor al bien público y tienen que aceptar el medro para vivir.3ª Los que pueden hacer política desinteresadamente y no aceptan cargos públicos.4ª Los que pueden no aceptar cargos públicos(tienen resuelta la vida)y los aceptan.

Me decía el abuelo Pablo Ruz cuando era más niño (hace 60 años): cuando tengas derecho a voto elige a quien tenga mucho dinero porque robará menos. ¿Qué me diría hoy? Hablar hoy de corrupción, produce acídia. La de Italia hace quince años era una broma comparada con la nuestra. La corrupción es proporcional al poder que se ostenta. Lo ha sido,lo es y lo será. Quien persiga el poder para acabar con la corrupción no acabará como el brazo de Sta. Teresa.

El día 15, asoma en «Es Diari» alguien que «pone cara al liderazgo de Ciudadanos en Menorca». Confiesa su ilusión por el partido de Albert Rivera (ya empezamos mal). Da a entender que su lealtad al líder nacional es indiscutible. Repite el mantra de todo aspirante: «ha llegado el momento de las personas y no de los partidos». ¡Qué poca imaginación!

Acaba confesando: «Lo que haga y decida Albert Rivera estará bien hecho»(esto no mejora). De qué categoría ética será el líder de Ciudadanos. Qué capacidad tendrá para liderar. La idolatría al líder nacional, será. Cuando dice «el partido de Albert Rivera» ofende sensibilidades. Señor Carrasco: Jesucristo no hubiera sido nadie sin sus apóstoles. Un auténtico líder debe tener la capacidad de cuestionarlo todo, hasta sí mismo. Sepa que cuando hacemos una profunda reverencia a alguien, damos siempre la espalda a otro.

El rol que desarrolla el líder nacional en las negociaciones para formar gobierno no es más que una impostura. La impostura exige muchísimo talento. Si ésta no resulta suficiente ni constante para mantenerla por tiempo indefinido el impostor cae.

Durante la campaña electoral dijo el letrado Rivera: «si no ganamos no pactaremos con nadie, pasaremos a la oposición». Para algunas naturalezas (habla Nietzsche) cambiar de opiniones es como una exigencia higiénica tanto como cambiar de ropa, pero para otras naturalezas es sólo una exigencia de su vanidad.

Coda. No a todo el mundo le gusta que se diga la verdad agradablemente. Pero como dice el gran J.M.Serrat, nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio.