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España ha atravesado una crisis tremenda, lo sabemos todos. Me atrevo a decir, aproximando el foco, que los actuales menorquines no habíamos conocido nunca una crisis así, ni nada que se le pareciera mínimamente. Una pérdida de puestos de trabajo tan elevada y un nivel de pobreza como el que hemos visto nunca se nos hubiera pasado por la cabeza en esta isla. En España, a nivel global, teníamos que haber hecho las cosas de otra manera, pero aquel insensato gobierno que en los años 2007 y 2008 se empeñaba en hablar de mera «desaceleración económica» no solo no hizo nada sino que se empeñó en dilapidar nuestro envidiable nivel de endeudamiento con ocurrencias tales como bombillas de bajo consumo para todos, planes E desorbitados y absolutamente absurdos. España se nos iba por el desagüe, con un déficit desorbitado y un paro disparado, y el gobierno socialista no solo no hacía nada para remediarlo sino que persistía en su mundo de pin y pon, recordando agravios antiguos e ignorando los problemas reales.

Llegaron las elecciones generales de 2011 y los españoles estallaron con su voto mayoritario a favor de una gestión sensata de la situación. El nuevo gobierno tomó con realismo el mando y adoptó medidas muy duras, e incluso impopulares para dominar el rumbo, para torcer la insostenible deriva que llevaba a nuestro país al desastre.

Podría decir que no fue fácil, pero todos sabemos que fue muy difícil para Rajoy y su gobierno controlar e invertir diametralmente la situación. Trabajo, esfuerzo y sensatez hicieron que, poco a poco el país fuera recuperando el pulso normal, se olvidara de la prima de riesgo y empezara a generar actividad económica y por ende puestos de trabajo. Los de fuera (pero también los de dentro) vieron el esfuerzo y creyeron nuevamente en este gran país.

Hoy falta mucho por hacer, es cierto, pero el rumbo está trazado y el timón está en buenas manos. Y porque aún queda mucho para que la sociedad española viva una situación de pleno empleo y bienestar generalizado, resulta esencial hacer todo lo posible para que el barco siga este rumbo de progreso constante, sin torcer ni un grado su trayectoria. Porque los cantos de sirena que se oyen a babor y estribor son potentes y muchas veces tramposos, y porque los experimentos ahora no debemos hacerlos ni con gaseosa, es por lo que es importante destacar que el planteamiento seguro es el que se ha venido practicando durante estos cuatro años, sin inventos ni estridencias, pero con trabajo, profesionalidad y sobre todo sentido común. Esa visión cercana y clara de lo que pasa y de lo que hay que hacer para que el ciudadano de a pie confíe en el futuro es la clave, es la senda que claramente hay que seguir. Máxime cuando la desestabilización territorial es objetivo de algunos, en contra de todos, y cuando no todo el mundo quiere apoyar, sino destruir, el proyecto común de la España constitucional. Hoy, más que nunca, por tanto, nos hace falta continuar con un gobierno serio y capaz que no desfallezca y que persista en esa receta de éxito que es la España de todos.