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La desgracia de los habitantes de esta Isla no termina con la mala y carísima conexión aérea; si además quieren salir con su mascota la historia se convierte en farsa. Mis peripecias comienzan con dos billetes de avión comprados a Iberia para los tramos Mahón-Barcelona y Barcelona-Munich para el día 23 de noviembre, ambos vuelos operados por Vueling. Durante tres días y más de 16 llamadas telefónicas he intentado conseguir la confirmación para un gato en cabina, pero parece que es una tarea que supera al personal de ambas compañías. En cada llamada me atendía otro operador/a y cada uno de ellos me dio información diferente, una operadora de Vueling incluso me colgó el teléfono al insistir en que me dijera cómo tenía que hacerlo para conseguir la confirmación. Pero todos coincidían en que la confirmación de un animal en cabina no es tarea de ellos, sino de la otra compañía. Dos horas antes del vuelo un operador de Vueling llegó a decirme, después de supuestamente haberlo consultado con su superior, que justamente el día anterior habían recibido órdenes que ya no se podía añadir nada a las reservas de Iberia. ¡Qué casualidad! En resumen: estamos en manos de dos compañías cuyo personal del centro de atención al cliente o es inepto y totalmente desinteresado, o carece de la formación más básica en cuanto a su trabajo. Tal vez aplica el dicho inglés: «Pay peanuts and you get monkeys» (paga cacahuetes y tendrás monos). A nosotros, los consumidores, solo nos queda esperar que lleguen otras compañías que sean más serías y comprometidas con lo que se llama servicio al cliente. Pero esto tal vez ya no lo veremos nosotros, sino nuestros nietos o bisnietos, al paso que vamos.