25/04/14 0:00
Nada de lo que hay de malo en mí se lo debo a él, pero sí gran parte de lo bueno. Aprendí gracias a su ejemplaridad que la bondad existe, que la santidad se personifica en ocasiones, que el amor hacia el trabajo bien hecho es una manera de solidaridad, cuando no de caridad, que regalar tiempo a los otros es evangelización, que socorrer al prójimo puede ser pilar de una vida, que hay amigos sin medida que se convierten en padres… Jaume Pons Vázquez fue todo eso y más. Y me repugna que la vida fuera, incomprensiblemente, tan desatenta con él. Aunque le dio una esposa, María (y unos hijos), que, de manera incuestionable, lo amó, con hechos, hasta el extremo, con constancia, ternura sin reposo y heroísmo.