Cuando una organización no gubernamental nos avisa, que la mitad de la riqueza mundial se encuentra en manos del 1% de la población. Cuando nos alertan, que la riqueza de la mitad de la población más pobre del mundo, es la misma que ostentan los 85 más ricos del planeta. Cuando la Comisión Europea nos informa, que en estos momentos uno de cuatro trabajadores europeos se encuentra en el umbral de la pobreza, y que España es el segundo país europeo con peor repartimiento de la riqueza. Cuando el foro de Davos (donde se reúne la élite mundial, empresarial y política) se alarma ante la desigualdad social creciente, y encargan a setecientos expertos mundiales, soluciones para paliar esta situación. Cuando el Papa Francisco en su primera Encíclica nos indica, que dichos problemas vienen de ideologías económicas neoliberales que defienden la autonomía de los mercados y la especulación financiera. Cuando nos desvela, que, el liberalismo económico de la teoría del derrame, nunca probada, aquella que dice,-- que todo crecimiento económico favorecido por la libertad del mercado financiero provoca mayor equidad e inclusión social--, resulta ser falsa al apoyarse, en la burda confianza de la bondad de aquellos que ostentan el poder económico.
Desigualdad y avaricia
25/01/14 0:00
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