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Los puentes no son nuestro fuerte. A los menorquines no nos gustan demasiado. Algunos se oxidan y deterioran y se tarda décadas en repararlos, como el Pont de Ferro del puerto de Ciutadella, o el de Cala Galdana, en la imagen, ahora en la fase final de los trabajos para su renovación. Hemos llamado puentes a lo que son rotondas soterradas en la carretera general, los de l’Argentina y Rafal Rubí.

Primero parecía que iban a ser dinamitados, el de L’Argentina ya es útil, mientras que el de Rafal Rubí parece que ha sido amnistiado. Los puentes son necesarios, no solo como una buena obra de ingeniería, sino porque sirven para unir partes enfrentadas. Pero hoy ya no se tienden, sino que se dinamitan los que existían, que aunque estuvieran oxidados todavía servían para cruzar de una parte a la de enfrente.