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Mario Cappa, condecorado en 2022 como Commendatore de la República Italiana por su apreciable labor en la preservación de la memoria histórica, dejó una huella imborrable en la Isla del Rey. Tras su jubilación, su llegada a Menorca marcó el inicio de una nueva etapa lejos de un retiro convencional. Junto a su compañera Valnea Tavolieri, se dedicó a una misión personal: investigar el hundimiento del acorazado Roma y recopilar documentos y testimonios que culminaron en la creación de un Museo Memorial.

Hace un año y medio escuché hablar por primera vez de Mario y Valnea, una pareja italiana residente en Addaia y voluntarios en el Hospital de la Isla del Rey. Su implicación comenzó cuando la Fundación les propuso concretar las salas asignadas al último episodio de gran magnitud que atendió el hospital antes de su cierre: la llegada de los buques de la escuadra naval italiana, bombardeados por la aviación alemana tras la firma del armisticio en septiembre de 1943.

Como historiadora del arte, siempre me habían atraído las iniciativas culturales locales, aunque desconocía el alcance del trabajo realizado en la Isla del Rey. Mi primera visita al antiguo hospital naval británico restaurado fue junto a un grupo de vecinos de Addaia, aprovechando el último catamarán dominical de la temporada estival de 2023. Desde el primer momento, el ambiente me cautivó. Cada rincón del edificio parecía narrar su propia historia: los dormitorios, las salas de cirugía, la botica con plantas y remedios medicinales y la biblioteca, con librerías que alcanzan el techo, llenas de libros de todas las épocas.

Mario Cappa nos guió hasta los espacios destinados a honrar a las víctimas y los sobrevivientes de un capítulo doloroso de la Segunda Guerra Mundial. Allí, un modelo a escala 1:100 del acorazado Roma, construido minuciosamente por nuestro anfitrión, se erige como símbolo del evento. Junto a la maqueta, fotos y objetos de los náufragos y sus salvadores enriquecen la narrativa y refuerzan el lazo entre Italia y Menorca, destacando el papel de la isla como un refugio de solidaridad.

La dedicación de los voluntarios, quienes durante dos décadas han trabajado tenazmente para restaurar este valioso patrimonio, ha transformado el lugar en un verdadero crisol de memoria y vida. Inspirada por esa pasión, decidí regresar y, poco a poco, me involucré más en el proyecto, animando incluso a algunos amigos a sumarse. Para el inicio del invierno, el informe del presidente de la Fundación subrayaba la labor del pequeño «grupo Addaia», que brindaba apoyo a Mario y Valnea en el amparo italiano en Menorca.

Mario, a sus casi 90 años, concentró gran parte de su interés en la Isla del Rey. Su profundo conocimiento de los sucesos de 1943 lo convirtieron en un referente imprescindible para las visitas al Memorial del Acorazado Roma y lo llevó a acompañar la Marina italiana en sus escalas en Menorca. Paralelamente, centró su atención en un nuevo desafío: la planificación del Centro de Interpretación del Puerto de Mahón, en la planta superior del hospital. Mario concibió algunas salas sobre los oficios tradicionales casi desaparecidos, como los mestres d’aixa, responsables de construir y reparar embarcaciones. Incluso con menos energía, supervisaba cada detalle personalmente, subiendo al andamio para asegurarse de que todo se realizara según su visión.

Durante el último año, Mario continuó dejando su marca en múltiples ámbitos. En particular, impulsó la traducción al español del libro de Giuliano Marenco, una obra fundamental para comprender la experiencia de los marineros italianos en Menorca y Cataluña. Su publicación, el pasado septiembre, coincidió con la 81ª conmemoración del hundimiento del Roma, celebrada como cada año en el cementerio de Mahón, un evento que contó con la participación de secciones de la Asociación Nacional Marinai d’Italia y la tripulación del buque escuela Palinuro.

Siempre hemos pensado que necesitaríamos unos diez Mario para sustituirle. Con su rigor casi ingenieril y su pasión por la historia, sirvió de ejemplo para todos los que colaboraron con él. Hoy, su legado sigue adelante: amigos y voluntarios han asumido la tarea de continuar sus proyectos, certificando que sus aspiraciones lleguen a buen puerto. En los últimos meses, hemos avanzado en las ideas que dejó en marcha, completando la sala de las cordelería, velería y tonelería, y actualizando la exposición del Museo Memorial. Uno de los grandes deseos de Mario era estructurar un archivo con los documentos reunidos en su casa. En junio, él mismo revisó la propuesta de ayuda a la investigación, que ahora me ha sido concedida por el Consell Insular. Este apoyo garantizará la preservación y difusión de su trabajo, trasladando el material al Centro de Documentación de la Fundación, ubicado en la Casa del Director.

La contribución de Mario no habría sido posible sin su espíritu voluntario, un compromiso que compartió con muchas otras personas. Las horas que uno pasa en este hospital, en contacto con su historia y su naturaleza, generan un efecto transformador. La Isla del Rey es hoy un espacio donde memoria y humanidad se entrelazan, reflejando la visión de Mario sobre Menorca como un símbolo de solidaridad en el Mediterráneo. Este mensaje, tan relevante en la actualidad, asevera que su obra seguirá siendo un pilar esencial para quienes valoramos la identidad del puerto y de la isla. Por mi parte, trabajaré para que su archivo sea un recurso invaluable para futuras generaciones de investigadores y visitantes.

Romina Viggiano
Voluntaria