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La profesión médica proviene históricamente del sexo masculino; sin embargo, hace 50 años o más que fue cambiando en nuestro país, pero no en otros (EEUU) de funcionamiento más liberal, y en la actualidad el porcentaje de mujeres es mayor    que el de hombres. Podríamos decir que no existe paridad entre los médicos; pero es que la paridad diríamos, no se consigue más que a través de    la manipulación de los deseos y de la capacidad del ser humano en la elección de un determinado empleo o trabajo. Y en esto las mujeres en nuestro país han hecho su voluntad.

En este caso, provenimos de una profesión liberal que fomentaba que el ser médico fuera un estilo de vida a en la actualidad que el ser médico es un empleo, un trabajo, en nuestro caso público/estatal, pasando de ser enteramente de hombres a ser cada vez más de mujeres. Esto, y ciertas características específicas de la mujer, seguro que de alguna manera ha generado cambios en los resultados de salud.

Así hace algunos años («Es Diari» 28-3-2022), en el    2017, salió publicado en una revista americana un artículo de Tsugawa Y et al. (JAMA Intern Med. 2017) que comparaba la mortalidad y las tasas de readmisión de pacientes en un hospital relacionándolas con el sexo de los médicos que les atendieron. Se trataba de pacientes mayores de 65 años ingresados y atendidos por médicos especialistas en medicina interna entre enero del 2011 y diciembre del 2014, del sistema de Medicare en EEUU. Lógicamente en el análisis se tuvo en cuenta las diferencias debidas a la gravedad de las enfermedades de los pacientes.

En los pacientes atendidos por mujeres médicas la mortalidad inferior a los 30 días fue de 11,07 frente a 11,49 por ciento en los varones; existiendo menores tasas de readmisión hospitalaria a los 30 días. Con ello concluían que en ancianos hospitalizados la atención recibida por las mujeres médicos internistas generaba una leve pero significativa menor mortalidad (4 por ciento menos) y menos readmisiones hospitalarias que aquella generada por sus compañeros varones.

Como limitaciones se informó que las    mujeres médicas de este estudio eran más jóvenes (media de 42,8 frente a 47,8 años de los varones) y atendieron a menos pacientes hospitalizados al año, (131 frente a 180,5); dos cualidades (formación, y carga laboral) que de alguna manera pudo influir en los resultados.

Hoy volvemos sobre lo mismo en un trabajo reciente de Atsushi Miyawaki (Ann Intern Med. 2024 Apr 23), y también un estudio observacional retrospectivo y también en Medicare sobre una muestra aleatoria del 20 por ciento de los pacientes hospitalizados durante 2016 a 2019.

Como el estudio Tsugawa Y et al. del 2017 todos los pacientes tuvieron una menor mortalidad cuando fueron tratados por médicas; sin embargo, en este el beneficio de recibir atención por las    médicas fue mayor para las mujeres que para los hombres. En concreto, en pacientes mujeres la diferencia entre ser atendidos por médicos hombres o mujeres fue grande y clínicamente significativa.

Concluyeron que los pacientes mayores tienen menores tasas de mortalidad y de reingreso cuando son tratados por médicas, un beneficio que es superior para las mujeres que para los hombres.
En    este como en aquel unos resultados no generalizables a poblaciones más jóvenes.

Y tampoco, en mi opinión, en nuestro país, en nuestro sistema.

Posiblemente la mejor capacidad comunicativa o empática o un distinto manejo de las situaciones clínicas de las mujeres médicos sea alguna de las explicaciones de estos mejores resultados en los pacientes ancianos y en mujeres en un sistema sanitario distinto al nuestro. Es un dato sobre el que pensar.