Hoy pido permiso al director del DiariMENORCA, para publicar en mi sección mochilera, este escrito referido a estas mujeres que viven en el centro de Mahón, en este oasis de paz, agradeciendo sus 400 años de existencia en nuestra ciudad.
Reciente mi amiga Bàrbara, me había comentado después de haber leído mi escrito de fecha 11 de Febrero del presente año 2023 <<Oasis de paz, en el centro de Mahón>>, que en su poder tenía un escrito de la Abadesa de la Comunidad de Concepcionistas, del 24 de enero del año 1965.
Recibo un correo suyo diciéndome:
“Te pas s'escrit que te vaig comentar de ses monges tancades.
Sa senyora, davantal posat, era sa meva s'àvia, ja que allà dins hi tenia una filla, sa germana gran de mo mare, sa tia Aguedet, Sor Maria Luisa.
És una història ben pulida.” (sic)
Estaba convencido que nuestro DiariMENORCA, lo debía haber publicado, mas tratándose de una historia entrañable, referida al oasis de paz…me persono a <<Es Diari>>, vataudell cent llamps, me encanta repasar las publicaciones después de tantos años, que te recuerdan lo vivido en épocas pasadas…El escrito de la Abadesa lo publicaron con fecha 26 de Enero de 1965…podría publicar una foto del escrito, la digitalización en aquella época era ciencia ficción.
“BODAS DE PLATA DE NUESTRA ODISEA
Veinticinco años constituyen un periodo considerable en la vida humana, que permite contemplar los hechos con cierta objetividad, como desde lo alto de una atalaya. Por esto, al cumplirse este tiempo, solemos pararnos y mirar hacia atrás.
Hemos celebrado en España los XXV Años de paz. En este marco se encuadra el retorno de las Concepcionistas a la paz de su convento turbada por el torbellino de la guerra civil. Después de un periodo de dificultades y retrasos, el día 11 de febrero de 1940 la vida de las Concepcionistas volvió a su cauce. Es justo celebrar estas Bodas de Plata.
Para la nueva generación, esas son cosas que pasaron en época histórica. Los que tenemos ya algunos años las llevamos vivas en el corazón. Para unos y otros creo que puede ser interesante conocer algunos detalles del acontecimiento singular que parte en dos la historia tres veces centenaria de la Comunidad Concepcionistas de Mahón.
En Julio de 1936 eran trece las religiosas que la componían. De ellas solo tres quedan en la actualidad. Dos murieron durante la exclaustración. Otras siete han muerto en el convento desde entonces, por cierto una muy recientemente. Solo la mas joven, que terminó durante la guerra sus votos simples, prefirió después ingresar en una congregación religiosa, en la que vive actualmente.
Mahón era en aquella época, como lo es también ahora, una pequeña ciudad tranquila y cordial; sus habitantes son amables y pacíficos, en ella “nunca pasa nada”. Por esto, a pesar de los rumores pesimistas que circulaban, las religiosas no temían que se las obligara a salir del convento.
En otras temporadas de alarmas, muchos objetos de valor habían sido sacados del Monasterio y puestos a salvo en casas particulares; pero, parte porque constituían un compromiso para sus guardianes y parte porque el peligro parecía haberse alejado, casi todo había sido devuelto a las monjas.
En los primeros días del Alzamiento Nacional, al quedar la plaza de Mahón en poder de los rojos, la situación se fue agravando. Las monjas, sin embargo seguían confiando en Dios, esperando no ser molestadas. Pero otros eran los designios de la Providencia.
El día 21 de Julio, a media mañana, una señora se acercó al torno, avisando que las turbas se disponían a presentarse en el convento para obligar a las monjas a abandonarlo. Es fácil de imaginar la alarma y el trastorno de las pobrecillas. Cada una procuraba recoger los objetos más necesarios, pero nadie acertaba a nada. Sin que faltasen los detalles cómicos. Una monjita que había empezado amasar el pan, andaba con las manos llenas de masa, buscando a la Madre Abadesa para preguntarle que había de hacer con el pan. Una anciana que apenas podía andar sin apoyarse en un bastón, lo perdió entre la confusión reinante y nerviosísima, protestaba que, pasase lo que pasase, ella no saldría sin su bastón.
Por fin, llamaron al torno unos guardias de Asalto, muy correctos, y rogaron a la Madre Abadesa que se dispusieran a salir. Ante su resistencia y excusas, siempre con gran respeto, le aseguraron que no les pasaría nada, pero que era preciso salir para evitar que el pueblo se excitara y las obligara a hacerlo con alguna violencia. Afuera se oía el rumor contenido de las masas. La resistencia era inútil y las monjas comprendieron que no tenían mas remedio que abandonar su casa, el lugar en que habían prometido solemnemente vivir y morir.
¿Se quitarían los hábitos? ¡De ninguna manera! Mas bien algunas, a pesar hallarse en pleno verano, se pusieron dos, para salvarlos del pillaje. El momento era tremendamente impresionante. Aquellas ancianas que llevaban cincuenta y más años sin traspasar la puerta que un día se abrió para introducirlas en la casa de Dios, se reunieron en la portería temblorosas, sin saber lo que las esperaba. Tal vez el martirio. Oían el rumor de las turbas excitadas, que gritaban que salieran ya de una vez.
Quizás hubieran forzado la puerta, pero al ver que no tenía cerradura por fuera, no podían hacer otra cosa que alborotar, aumentando la alarma de las pobres monjas. Por fin, se descorrieron los cerrojos y la Comunidad apareció a la vista de las masas. El efecto fue fulminante. La gritería cesó inmediatamente. Al ver aparecer aquellas trece religiosas, con sus blancos hábitos y mantos azules, velos negros echados sobre el rostro, en la mano cada una su breviario, silenciosas y serenas, con la fortaleza que da Dios a los suyos en los momentos supremos, pareció apoderarse de toda aquella gente, un momento antes excitada y amenazante, un respetuoso terror. Se abrieron en dos filas, para dejarles paso, y los guardias de Asalto, disponiéndose a escoltarlas, les preguntaron cortesmente a donde querían ir. ¡Angustiosa pregunta! ¿A dónde ir, si las arrojaban de su propia casa…?” (sic)
¡¡¡Continuará!!!
José Barber Allés
Mochilero
josebarberalles@gmail.com
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