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“El fútbol es el opio del pueblo”, dice una conocida e ingeniosa sentencia que modifica la de Karl Marx quien atribuía la modorra de las gentes comunes a la religión. ¿Quién la dijo? Google no me ha servido para encontrarlo, pero la frase, como muchos aforismos, tiene una buena parte de verdad.

Las grandes competiciones deportivas, ahora mismo estamos inmersos en una, tienen el poder de captar la atención de personas de todo el mundo y la distraen de otros acontecimientos más importantes (se supone) que se desarrollan paralelamente. Aunque, por otra parte, damos como natural, a fuerza de la costumbre, esa inmersión diaria en los problemas locales, nacionales y mundiales que difunden los medios de comunicación y que nos hacen creer que el mundo es más catastrófico de lo que en realidad es.

Si pensamos en el mundial de fútbol de 1982 celebrado en España, la mayoría de nosotros aludiremos a la mascota Naranjito, el mal papel de nuestra selección, la victoria final de Italia frente a Alemania o los saltos de alegría del presidente Sandro Pertini. Lo que nuestra memoria seguramente no evocará es que el terrorismo de ETA estaba todavía muy presente, mientras que en el país transalpino eran las Brigatte Rosse y diversos grupos ultraderechistas los que ponían en jaque la democracia italiana.

Como nos recuerda el periodista Alberto Ojeda en Cuero contra plomo solo una hora después de que culminara la ceremonia inaugural en el Bernabeu la banda terrorista vasca asesinaba a un guardia civil en el puerto de Pasajes. Su libro reconstruye con muy buen pulso aquel momento histórico y deportivo en un relato en el que como dice el subtítulo de su libro se aúnan “Fútbol y sangre en el verano del 82”.

El autor, que actualmente es jefe de la sección Escenarios de la revista “El Cultural” consigue superar notablemente el reto de tratar en un mismo texto de terrorismo y deporte. Lo logra separando ambos fenómenos, excepto en los contados momentos en que tuvieron influencias mutuas. Así, el terrorismo en España e Italia es analizado desde sus orígenes, mientras que la marcha del torneo se resume con la épica y la magia de una competición deportiva.

Evoca momentos gloriosos como el encuentro que enfrentó a Italia con Brasil en el antiguo campo de Sarrià en Barcelona y del que se ha dicho que es el mejor partido de toda la historia. En aquella cita deportiva Paolo Rossi, il bambino di oro, marcó tres goles que dejaron fuera a la magnífica selección en la que jugaban Sócrates, Zico y Falcao, entre otros magos del balón.

Ésta y otras gestas deportivas conviven en el libro con el relato del terrorismo en la transición española, las vinculaciones de los servicios secretos italianos y quizás la CIA en los atentados tanto de la ultraderecha como la ultraizquierda en Italia, la protección de la dictadura de Franco a fascistas italianos buscados por la justicia de su país o la extraña y todavía no aclarada muerte en un campo de fútbol popular del cineasta y poeta Pier Paolo Pasolini.

Extraña combinación, goles y balas, que, sin embargo, en Cuero contra plomo se marca un buen tanto.

Cuero contra plomo. Fútbol y sangre en el verano del 82

Alberto Ojeda

Altamarea Ediciones

243 páginas