UNA 'LOCANDA' EN MAHÓN
Liguori
rinde en Punt7 su personal homenaje a las locandas
italianas, aquellas posadas que albergaban al viajante facilitando
cama y comida casera preparada por los propietarios de la fonda. Las
camas, en el caso de Punt7, quedan relegadas a llamativos ornamentos
que les invito a descubrir en su próxima visita. La cocina, en
cambio, es la piedra angular del establecimiento. Preparaciones
sabrosas y reconfortantes que se forjan en los recetarios familiares
del patrón. Los italianos llevan la gastronomía en la sangre, ya lo
saben. Pero hay niveles. Por ejemplo, la casa de Ferdinando disponía
de dos neveras: la de la madre y la del padre. Los dos cocinaban y
cada uno tenía sus fórmulas, sus ingredientes y sus secretos.
Muchos de ellos fueron heredados por Nando, quien ahora los presenta
de forma sencilla y elogiosa en su taberna transalpina del centro de
Mahón.
Ferdinando
llegó a España hace un cuarto de siglo. Su vida había transcurrido
en el mundo textil, alejado de la restauración. Llegó a Barcelona
para desconectar unos días con un amigo, que allí gestionaba un
restaurante en el que cocinaba su mujer: «De un día para otro mi
amigo se separó; había muchísima gente en el restaurante y tuve
que meterme en cocina a ayudarle». Terminó siendo socio del
negocio. Continuó su periplo con La Scarpetta, un italiano casi
clandestino en la Ciudad Condal al que se accedía apretando un
timbre. Mi admirada Margarita Puig lo describía, allá en el 2001 en
«La Vanguardia», así: «Cocina italiana, pero tradicional, con
raíces. Italiana de verdad. (…) Domina el acento de temporada y la
pasta resulta imprescindible. Al dente, sin aditivos extraños, todas
las especialidades preparadas por Nando son aconsejables». No dista
mucho de lo que hoy afirmamos sobre Punt7.
EL PLACER DE LA SENCILLEZ
Hace
algunos años Nando se trasladó de Barcelona a Menorca. En el barco
-no podía ser de otra manera- conoció a los que serían sus
compañeros de viaje en el exitoso Can Vermut, donde se haría cargo
de la cocina. Más tarde hizo lo propio con su paisano Angelo di
Salvo en el ya extinto Piu de Prima. Al fin apareció Punt 7 en su
vida: «Un antiguo bar de copas, un local maldito donde nada había
funcionado, de distribución extraña y que no tenía ni cocina».
Como leen, un paraíso. Después de cuatro años, y a base de
esfuerzo y de atender con cariño al cliente, Punt7 es ya una
referencia entre los aficionados a la coquinaria. Una dirección
secreta que se comparte como una declaración de intenciones, un
lugar donde sentirse bien recibido y disfrutar de grandes placeres
con la sencillez de una casa de comidas.
Para
diseñar su comanda podrán elegir entre los platos de temporada, los
clásicos de Punt 7 o las sugerencias del día, que cambian en
función de la disponibilidad y estacionalidad de ingredientes. Entre
los primeros, la imprescindible parmigiana de berenjena, el elegante
vitello tonnato, la contundente focaccina Punt7 o alguno de sus
carpaccios del día, como el de bacalao ahumado. También se
presentan acertadas combinaciones de quesos italianos -burratina,
taleggio, pecorino romano…-, ensaladas y embutidos romanos como la
porchetta. Si son amantes de las verduras, pregunten por la bagna
càuda,
la icónica fondie
vegetariana del Piamonte a base de ajo y anchoas, donde se sumergen
vegetales de estación.
PASTAS IRREPROCHABLES
No
desmerece el repertorio de pizzas de estilo romano, ejecutadas con
fiabilidad y con masa perfectamente crujiente. Desde la marguerita
-para este cronista la forma más fiable de valorar la cualidad
pizzera en un restaurante italiano-, creada especialmente para la
Reina Margarita de Saboya con los colores de la bandera italiana
(tomate, mozzarella y albahaca), hasta la pizza Laura -con speck,
brie, rúcula, tomate fresco y champiñones- en homenaje a Laura
Cendali (la socia milanesa de Nando, en quien reside el placer de
sobrellevarlo diariamente) hasta otras preparaciones de temporada,
como la marinera P7, con alcachofas de Menorca y anchoas del
Cantábrico.
Pero
amigos, a Punt7 se viene principalmente a comer pasta. Pasta de
verdad, cocinada al dente y servida en presentaciones portentosas.
Son recomendables las recetas académicas, como los penne alla
putanesca, el linguine carbonara o los rigatoni con ragú de jabalí;
también las elaboraciones de estación y con ingredientes de la Isla
-por ejemplo, la lasagna con alcahofas o los cannellonni de brossat y
espinacas-, y las creaciones del día -fettuccine Juliette, penne con
ragú de bacalao-, y las fórmulas más infrecuentes, como los penne
alla norcinna -originarios de Norcia, famosa por sus embutidos
curados- o los sorprendentes fusilli con col lombarda, anchoas y
parmesano. Si les queda espacio para el postre, no lo duden con el
ejemplar tiramisú, la golosa cheesecake de Nutella o el
irreprochable cannolo siciliano.
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