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Aquello de que 'lo importante es participar', no nos engañemos, es un argumento apto sólo para los perdedores. El ser humano lleva en el 'ADN' la competitividad como principal característica porque la historia sólo se acordará de los primeros y si no está de acuerdo, piense en tres 'segundos clasificados' históricos en el ámbito que quiera, ya sea social, cultural, deportivo, concursos… ¿Concursos? ¿Hemos dicho concursos? Está bien, hablemos por ejemplo de Eurovisión y tras recurrir a la frialdad de los números no nos tiembla el pulso para asegurar que a España le importa un bledo ganar o perder, lo que realmente les importa es participar y se preguntarán por qué. Números, es cuesión de números… de dinero, vamos.

Acudimos a una cuenta de explotación comprendida entre los años que van desde el 2000 al 2018, es decir lo que respecta al siglo XXI y estas son nuestros datos y argumentos.

En estas 19 ediciones han tomado parte un total de 45 países de los que Alemania, España y Reino Unido no han fallado a ninguna convocatoria pero sólo los teutones han ganado en una ocasión, mientras que latinos y británicos no hemos obtenido el preciado laurel de oro tan siquiera una sola vez. Nuestros representantes se han clasificado entre los 10 primeros en 6 ocasiones, entre el 11 y el 20 en 4, y del 21 en adelante en 9 convocatorias. La inercia es, por tanto, perdedora, pero no pasa nada porque lo importante es… ¿recuerdan?

Estaría bien, por aportar más datos, echar un vistazo en torno aquellos concursantes que han repetido victoria en 2 certámenes: Dinamarca (2000 y 2013), Suecia (07 y 12) y Ucrania (04 y 16).

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Ganar el concurso, es evidente, repercutiría una inyección económica nacional de proporciones descomunales, pero eso implicaría organizar el próximo certamen y proponer llevar a cabo un proyecto serio, con ideas claras, ganas, ilusión, dispuesto a romper tics, normas, formatos, pegar un puñetazo sobre la mesa y como dijo El Maestro 'derriben este templo que yo lo levantaré en tres días', sentencia que implicaría salirse de la zona de confort y claro, es improcedente. Muy a pesar de que nos tilden de descerebrados, la clasificación para representarnos en Eurovisión pasa por llevar a cabo un proyecto comandado por un general con mano de hierro (Ristro Mejide o sucedáneo) y elevar el nivel de exigencia a la enésima potencia.

Mientras dejemos la oportunidad de representarnos en concursos derivados de movimientos quinceañeros a golpe de 'sms', en concentración de masas para 'selfis' y firmas de autógrafos, en actuaciones en estadios faraónicos que se convierten, luego, en entrevistas, clips musicales de repercusión mediática mundial (¡!), representaciones, visitas a cadenas de radio y televisión, posados etc. etc. es evidente que aquellos lodos trajeron estos barros, toda esta movida repercute en bolsillos de los de siempre y nadie quiere salirse de esta foto… ¿Quién le pone el cascabel al gato, o puertas al campo?

Resumiendo. Lo importante es ganar aunque, no nos engañemos, participar repercute en puestos de trabajo y no pocos. Aquellos que confiaban (mos) en una pareja de niños pijos, empalagosos hasta el límite de dudar de si habrá o no beso para finalizar la canción, mediáticamente exprimidos, aupados por absolutamente todo el mundo, fuimos 'engañados' una vez más.

A España le importa muy poco ganar o perder en Eurovisión porque el formato que permite llegar al certamen llena muchos bolsillos y para qué trastocar lo que funciona bien (¿). Pasa que te ilusionas y ciertamente no importa perder porque realmente lo que jode es la cara de idiota que te queda.

Por cierto, siempre habrá quien diga que nos clasificamos antepenúltimos y otros dentro de los 23 primeros, pero… ¿alguien podría decirnos el número de teléfono de Ristro Mejide? ¡Vade retro…!