La vida, la existencia humana en este valle de lágrimas, desdichas, fracasos, enfermedades, envidias, odios, celos, calamidades y así un largo y completo pack de oferta de malandanzas, a pesar de todo ello, es previsible suponer que no las padeces todas ellas juntas. Muchas veces aglutinamos dos o tres de las relacionadas, sumadas a otras tantas incipientes… muchas veces, como decimos, parecería que te ha mirado 'un tuerto', 'han encendido velas negras' o 'te han echado mal de ojo'. Te sientas a meditar y tal que hizo un peregrino con Jesús, le preguntó que quién había pecado, si sus padres, hermanos o él mismo, refiriéndose a un ciego que se encontraba junto a ellos y escuchaba con atención. Jesús, tranquilamente, le argumentó con sabiduría celestial que 'no pecó nadie. Este hombre es así para que las obras se manifiesten en él'. Si no recuerdo mal, Jesús sanó al ciego.
Muchas veces, demasiadas ocasiones la vida nos zarandea, nos mete el miedo en el cuerpo y parece que además de habernos metido en medio de un huracán que además no tiene previsible un final feliz, parece habernos abandonado.
Puede parecer que estamos siendo negativos pero siempre, pase lo que pase, por muy oscuro que sea el lienzo que protagonizamos… pero siempre –o al menos eso intentaremos- seremos conscientes de que al día siguiente saldrá el sol, que ya queda menos para cambiar la tónica que intenta imponerse y lo hacemos porque somos –queremos ser- conscientes de que debe imperar el triunfo final de la justicia.
El otro día me encontré con Javier. Un tío guapo, mujeriego, amante del buen vivir. Sabía que andaba en Madrid viviendo 'días de rosas y vino'. Pero alguien –no recuerdo quién- me había advertido del lamentable momento que estaba viviendo.
Escuché cómo alguien me llamaba y me giré para atender con educación a aquella persona que demandaba algo de mí. Me saludó con su voz temblorosa y se dio a re-conocer. Aquella imagen me impresionó. Ya no era guapo, supongo que tampoco mujeriego, y mucho menos amante de buen vivir. Tampoco vivía en Madrid.
Intenté ser positivo, no decirle la imagen de derrota que llevaba escrita en su rostro. Me explico en minutos que había sido engañado y traicionado por amigos y su propia esposa y que se encontraba en Menorca –palabras literales- "para despedirme de la familia y de los amigos''. No importaba que preguntara porque todas las cuestiones que hubiera podido interrogar, él solito las iba exponiendo paso a paso.
Javier pensaba –estaba seguro- que visto el rumbo que había tomado su vida este último año, su presencia en la isla era testimonial. O sea, predecía que tenía los días contados. 'Estoy sentenciado, Rafa –me dijo- los médicos me han dado entre ocho meses a lo más un año'' Al principio intenté inyectarle una dosis de positivismo, de que se podía tratar de un error del diagnóstico, le pregunté si había consultado una asegunda opción.
Me miró muy fijamente a los ojos y me dijo…
- Rafa tranquilo… sólo voy a morir.
No es que tirara la toalla, lo que ocurría es que lo vi tan conformado y tan seguro de su futuro inmediato que lo único que se me ocurrió fue muy frívolo, ante esas circunstancias, pero más tarde me alegré de aquella decisión. En ocasiones –lo decimos por experiencia- invitar o recibir la oferta de un café puede condenarte la vida. Yo tuve la suerte de poder tomar un café, el último, con javer y asi, tuve la oportunidad de despedirme de él. Un café cargado de recuerdos, de sentimientos, de mujeres, de política…de todo. Luego nos abrazamos y los dos nos fuimos llorando.
- Adiós Javer.
- Adiós Rafa y hazme un favor, cuídate
- Le dije adiós con la mano y lo vi por última vez. Luego me enteré que, efectivamente, había fallecido, que en paz descanse.
No es un consejo -'El clan…' no nació para este menester- pero si alguien de su entorno le invita a tomar café, no decline la oferta, podría suceder que esa persona sigilosamente deseara hacerle partícipe de una intimidad porque le tiene a usted en la carpeta de 'amigos desde siempre' y entonces usted tenga que abrir la suya: 'Amigos con los que se me escapó la posibilidad de tomarme nuestro último café. Recuerde, no decline jamás tomar un café… sea quien sea quien se lo ofrezca.
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