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Benjamin Black, es decir el irladés John Banville (Wexford 1945), resucitó al detective Philip Marlowe en la novela "La rubia de ojos negros". Al sabueso creado por Raymond Chandler, caracterizado por sus observaciones desengañadas y humorísticas, le ha sentado muy bien esta vuelta a la vida.

De nuevo le vemos pasear por Los Ángeles, una ciudad de solitarios, y vérselas con mujeres hermosas. En este libro, mientras se siente observado por su teléfono en una tarde de verano en que la Tierra parece haberse detenido, entra en su despacho, Clare Cavendish, una atractiva y rica heredera de una firma de perfumes, y le pide que busque a un antiguo amante.

Chandler investiga y, como casi siempre, nada es lo que parece.

Black imita con maestría la brillante escritura irónica de Chandler. Una pequeña muestra: "Me serví un trago en un vaso de papel. Cuando eres consciente de que has metido la pata, lo mejor que puedes hacer es masacrar unos cuantos millones de neuronas".

Otra: "Las mujeres no son los únicos seres que no comprendo, tampoco me comprendo a mí mismo, ni siquiera un poquito".

Dicen que lo peor de Chandler eran los finales que daba a sus novelas. En este caso el irlandés Black también imita al de Chicago con un final desastroso, aunque llegar hasta allí habrá valido la pena.

La rubia de ojos negros

Benjamin Black

Traducción de Buria Barrios

Editorial Debolsillo

327 páginas