Ciutadella era, hasta hace poco, el municipio donde el PP recolectaba la mayoría de votos para consolidar su hegemonía a nivel insular. Desde las elecciones de mayo de 2015, el granero se ha quedado prácticamente vacío. Cuatro años antes, en 2011, José María de Sintas Zaforteza logró sacar a flote la nave popular que naufragó tras el gobierno, bajo sospecha, liderado por Llorenç Brondo.
La lista de acontecimientos se desencadenaron en 2009: con la inevitable dimisión de Brondo, una alcaldesa accidental (Antònia Salord), una moción de censura que frustraba la carrera de Antònia Gener y que aupaba a Pilar Carbonero (PSOE) a la alcaldía, con el respaldo de toda la oposición. El Partido Popular quedaba muy tocado.
De Sintas, con su particular carisma, obtuvo en los comicios de 2011 un 42,27% de los votos y 10 concejales. Pero el espejismo duró poco. Con la Junta Local que comenzaba a agrietarse, la victoria ocultó momentáneamente bajo las alfombras viejas rencillas que volvieron a aflorar con la marcha del edil ganador.
Juanjo Pons no logró ni contentar a los suyos ni ilusionar a la ciudadanía, y el fracaso se consumó. Poco después de un año, tres de los seis concejales han presentado ya su dimisión (el propio candidato, Anna Maria Bagur y Rita Lorente). El panorama para el partido se presenta desolador tanto en el Grupo Municipal -que intentará hacer lo que pueda- como en la agrupación. El presidente, Pedro Gener, intenta transmitir normalidad, pero la estabilidad es muy difícil.
El próximo congreso será vital para el futuro de los populares de Ciutadella. El partido no necesita más paños calientes, sino una auténtica renovación o refundación. El problema será encontrar a la persona o personas que den un paso adelante para coger el timón de un barco varado.
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