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Adelante y atrás. El columpio nos balancea en el tiempo. Arriba y abajo. Miras al cielo y sin apenas tiempo, la gravedad nos devuelve la vista a la tierra. Así nos movemos ahora, como en la niñez que dejamos en cualquier parque infantil.

Pasan los años y seguimos columpiándonos. Dejemos la parte individual y centrémonos en lo social y/o colectivo.

Nos da un poco o mucho de reparo, o complejo, cuando al final del túnel del tiempo que aleja el otoño e invierno luce el sol y se vislumbra una nueva temporada turística. Este año se mira a un horizonte de récords impulsados, en gran parte, por las desgracias de otros destinos. De hecho, se pronostica el cartel de lleno en la Isla.

Pero el columpio sigue balanceándose sobre nuestra oferta, que no deja de ser un puzzle.

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Ejemplo: después de muchos años de lucha y reivindicación se recuperó el Camí de Cavalls para el uso público. Ahora es una autopista de senderistas y runners, aficionados a la mountain bike, turistas atraídos por la propaganda, residentes que quieren pisar las huellas de un pasado histórico...

Ahora resulta que se plantea que a lo mejor hay demasiada presión sobre la senda histórica, como en la playas, en el acto de mover o llevarse piedras o los baños de arcilla y no digamos en el atractivo de apilar piedras o llenar botellines de arena.

El columpio sube y baja, pero mientras las reservas para venir a la Isla se anticipan a junio (algo suspirado por el sector hotelero).

La pregunta que flota en el aire es si estamos contentos o no con los que llaman a nuestra puerta.

¿Es posible frenar la entrada y los usos? Desde la Fundación Fomento del Turismo de Menorca se promociona una alternativa al sol y playa, pero ello entra en contradicción con los que piensan que se invade nuestra Reserva. Es el columpio en el que nos columpiamos.